El riff inicial y para de contar. En la línea de ROCK OR BUST con la diferencia que ese si me pareció un buen single. Esperemos que el disco tenga mejores momentos.
Dicho esto...una inmensa alegría que sigan AC/DC.
Adios
LOU RIP Forum Punisher
Mensajes : 69756 Fecha de inscripción : 27/02/2013 Edad : 58 Localización : Portugalete-Estonia
El riff inicial y para de contar. En la línea de ROCK OR BUST con la diferencia que ese si me pareció un buen single. Esperemos que el disco tenga mejores momentos.
Dicho esto...una inmensa alegría que sigan AC/DC.
Adios
lo mejor es tu última frase porque la canción me ha parecido tan emocionante como mirar el techo de mi hogar
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Lmsixx THE INNOMBRABLE
Mensajes : 15792 Fecha de inscripción : 27/02/2013 Edad : 55 Localización : Madrid
El riff inicial y para de contar. En la línea de ROCK OR BUST con la diferencia que ese si me pareció un buen single. Esperemos que el disco tenga mejores momentos.
Dicho esto...una inmensa alegría que sigan AC/DC.
Adios
lo mejor es tu última frase porque la canción me ha parecido tan emocionante como mirar el techo de mi hogar
Esto no lo hubiera arreglado ni Axl Rose...
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Cutix THE FANGORIAN
Mensajes : 22423 Fecha de inscripción : 21/11/2013
El riff inicial y para de contar. En la línea de ROCK OR BUST con la diferencia que ese si me pareció un buen single. Esperemos que el disco tenga mejores momentos.
Dicho esto...una inmensa alegría que sigan AC/DC.
Adios
lo mejor es tu última frase porque la canción me ha parecido tan emocionante como mirar el techo de mi hogar
Esto no lo hubiera arreglado ni Axl Rose...
...Lo mejor es precisamente la voz de Brian.
La parte positiva es que el disco tendrá mejores canciones, porque superar esto no es complicado.
Lo tomaremos como una tarjeta de visita, la presentación.
Parece un Riff que salió como descarte del Riff de la canción Stiff upper lip....
Al menos este del pasado disco...molaba.
Adios
Folo
Mensajes : 16861 Fecha de inscripción : 23/04/2013
Mi anécdota favorita de Eddie Van Halen, que él mismo contó varias veces cuando recordaba su infancia, tiene que ver con sus clases de piano. Su padre, un músico holandés, se empeñó en que Eddie aprendiese piano clásico. A Eddie no le entusiasmaba la idea, y le producían particular pereza los metódicos ejercicios para aprender a leer partituras. Un día, su profesor se sentó a tocar una pieza y le pidió al pequeño Eddie que le ayudase pasando las páginas de la partitura. Resultó que Eddie no tenía la menor idea de cuándo pasar página, porque era incapaz de leer lo que ponía en los pentagramas. Se había pasado años aprendiéndose las piezas de oído para que su profesor no descubriese que no se había molestado en aprender a leer. Cuando su profesor tocaba algún ejercicio, él lo miraba, lo memorizaba y luego lo reproducía. Las partituras le resultaban inútiles. Lo mismo le sucedió tras haber ganado varios años seguidos un concurso infantil de piano. Cuando uno de los jurados le dijo que siempre lo votaban por su capacidad para improvisar sobre piezas clásicas, el pequeño Eddie no conseguía entender nada. Él se había aprendido todo de oído, y las «improvisaciones» no eran sino el producto de su indisciplina. Pero, como él mismo diría mucho más tarde, «A la mierda las normas. Si suena bien, ya está».
Eddie Van Halen era la clase de músico que aparece muy pocas veces. Cada instrumento musical tiene una historia compuesta por intérpretes virtuosos, compositores, diseñadores, incluso empresas. La guitarra, por ejemplo, nació en España: la vihuela del siglo XVI dio paso a la guitarra barroca del siglo VXII, y de esta surgió la guitarra clásica en el XIX. También aparecieron modalidades como la flamenca, la acústica con cuerdas de metal, la electroacústica, y la guitarra eléctrica. En cada modalidad y en cada género ha habido un pequeño número de pioneros o revolucionarios que en su momento sentaron las bases, o cambiaron la forma en que se interpretaba el instrumento en cada género. Como Francisco Tárrega y Andrés Segovia en la guitarra clásica, o Paco de Lucía en la guitarra flamenca.
La guitarra eléctrica tiene su propia historia. Durante la segunda mitad del siglo XX fue usada de diferentes maneras en diferentes estilos. En el jazz, por ejemplo, se desarrollaban con mucha profundidad las armonías y melodías, pero no se sacaba tanto jugo a las dinámicas físicas del instrumento. El blues o el rock eran más sencillos si nos fijamos en las armonías, pero se iba mucho más lejos en la exploración de las dinámicas, de las diferentes herramientas expresivas que podían obtenerse, hasta el punto de que la guitarra eléctrica en el jazz y la guitarra eléctrica en el rock llegaron a parecer dos instrumentos distintos, aunque técnicamente fuesen el mismo.
¿Quién fue Eddie Van Halen? Dentro de la corriente de la guitarra blues rock, podríamos decir que los bluesmen y gente como Chuck Berry fueron el equivalente de los filósofos griegos, fueron quienes sentaron las bases. Jimi Hendrix fue Isaac Newton, el hombre que cambió el paradigma y cuya revolución parecía definitiva. Y Eddie Van Halen fue Albert Einstein, el hombre que, cuando parecía que Hendrix ya se había encargado de dirigir la guitarra eléctrica hacia una dirección, demostró que todavía quedaban caminos por abrir. Esa es, básicamente, la impronta de los genios. Eddie Van Halen inició su revolución a finales de los años setenta, cuando no había transcurrido ni una década desde la temprana muerte de Hendrix. Desde entonces, ha habido grandes virtuosos, ha habido guitarristas capaces de sorprender con técnicas increíblemente complicadas, pero no ha habido ninguno que haya sido capaz de sacudir los cimientos del instrumento como lo hicieron Hendrix y Van Halen. Ninguno.
Para comprobarlo, basta ponerse a buscar quiénes eran considerados los guitarristas eléctricos punteros en 1977, y escuchar lo que hacían. Y después, escuchar lo que ese mismo año tocaba en su ciudad, Pasadena, un chaval de veintidós años que aún estaba a unos cuantos meses de la fama. No se trata de que Eddie fuese mejor o peor que otros guitarristas, porque la música no es (o no debería ser) una competición, en especial cuando hablamos de músicos de primer nivel que se complementan, que llenan los espacios que no llenan otros, y a la inversa. Pero es obvio que, en 1977, y en uno de sus últimos conciertos como músico desconocido, Eddie Van Halen estaba haciendo cosas que a otros guitarristas de la época, incluso a los más consagrados, ni se les había pasado por la cabeza. Estaba tocando de una manera nueva. De hecho, aunque a Eddie no lo conocían nada más que entre la juventud de su ciudad, en el grupo ya le dejaban un espacio en los conciertos para que demostrase que estaba hecho de otra pasta. Insisto: era 1977 y Eddie tenía veintidós años.
No mucho después, los guitarristas consagrados del rock tendrían ocasión de asistir boquiabiertos al ascenso del fenómeno. Pilló a todo el mundo con la guardia baja. También al público. Henry Rollins contaba que siendo adolescente acudió a ver un concierto de Ted Nugent, uno de sus ídolos, y los teloneros eran cuatro veinteañeros californianos de los que casi nadie había oído hablar: «Recuerdo muy bien que cuando Eddie tocó “Eruption”, todo el público estaba incrédulo». Los veinteañeros terminaron su concierto y el público, enfervorecido, empezó a corear el nombre del grupo: «¡Van Halen! ¡Van Halen!». Y seguían coreando cuando Nugent salió al escenario para empezar su propio concierto. Algo que a Nugent no le gustó nada, pues dijo por el micrófono: «Fuck Van Halen!» y se pasó el resto del tiempo tocando con mala cara y la mirada clavada en el suelo.
Por desgracia, apenas existen imágenes decentes de aquellos tiempos. Ni siquiera está bien documentada visualmente la primera gira importante que Van Halen hicieron como teloneros de Black Sabbath, pero sí ha habido muchísimos testimonios de asistentes a aquellos conciertos que han contado una y otra vez cómo los californianos ponían patas abajo el recinto, cómo les robaban el protagonismo a los cabezas de cartel, y cómo Eddie causaba estupor con su manera de tocar la guitarra. Ojeando las escasas filmaciones que se han conservado de 1978, es fácil entender por qué el público veía a Eddie Van Halen haciendo sus volcánicos solos y tenía la sensación de estar contemplando algo nuevo, algo colosal, excitante y nunca visto. Un ejemplo. Otro ejemplo. Y un ejemplo más.
El peculiar estilo de Eddie era una mutación inesperada de unas influencias que, por sí mismas, nunca hubiesen permitido prever semejante supernova. El gran ídolo de Eddie era Eric Clapton, y Eddie siempre decía que la grabación que más le había influido eran las improvisaciones que hacía Clapton en la versión en directo de «I’m So Glad» que aparecía en el disco Goodbye de Cream. Aunque es fácil ver ahí las raíces de su estilo, es obvio que Eddie era otro paso evolutivo. Al igual que aparecen especies nuevas en la biología, Eddie era una nueva especie dominante en el ecosistema de los guitarristas. No habían transcurrido ni diez años entre el Goodbye y Eddie había adelantado por la izquierda a los propios ídolos.
«Eruption» y la famosa técnica del tapping —que Eddie no inventó, pero sí transformó lo que era una mera anécdota en todo un nuevo lenguaje— trastornaron a toda una generación de chavales que estaban aprendiendo a tocar por entonces. Van Halen propició el nacimiento de toda una nueva casta de guitarristas, los shredders. Ya saben, muy volcados en la velocidad y las peripecias técnicas. Todos esos guitarristas se han inspirado en él, porque, a partir de 1980, es casi imposible que surgiese un guitarrista de rock medianamente técnico que, queriéndolo o sin querer, no hubiese crecido bajo la influencia directa o indirecta de Eddie Van Halen. Pero Eddie siempre ha sonado diferente y reconocible entre todos sus discípulos porque, para él, la velocidad y la pirotecnia no eran un objetivo, sino el resultado de su pasión y su intensidad, de su manera de aproximarse al instrumento. El amor que sentía por la guitarra eléctrica algo que podía percibirse en cada nota. Era un guitarrista de una expresividad alucinante, cosa que muchos otros pierden con la velocidad. Uno de mis solos favoritos es el que hizo en «Feel Love Your Love Tonight», que es como una pequeña canción dentro de la canción en sí, con la vocecita de la guitarra contando su propia historia. O qué decir de sus fascinantes guitarras rítmicas; sus solos son sensacionales, por descontado, pero, ¿qué decir de sus imaginativos, originales, exquisitos acompañamientos? Por ejemplo, en «Top Jimmy», una canción en donde las rítmicas ¡son mucho mejores que el solo! Y tampoco se puede olvidar su faceta como compositor, que, cuando le daba la gana, demostraba que su inspiración iba mucho más allá del hard rock. En fin, solo hay que rebuscar en las redes y ver la manera en que famosos guitarristas de rock están reaccionando a la muerte de Eddie: con una común sensación de orfandad. Ellos eran perfectamente conscientes de la magnitud del talento de Eddie, y de su extraordinaria importancia en la evolución del instrumento.
Es posible —bueno, me consta que sucede— que haya quien no termine de apreciar la grandeza de Eddie Van Halen, por el hecho de que se hizo célebre con un grupo que tenía una imagen festiva, cuyo desenfado y humor eran dos rasgos característicos. Para colmo, muchos fans de Van Halen preferimos justo esa etapa inicial menos «seria», que es donde, creo yo, hicieron su música más convincente, porque, al menos en mi cabeza, todo lo asociado con Eddie Van Halen y su música es sinónimo de colorido, entusiasmo, alegría. Todos hemos visto a Eddie sonriendo durante el solo de «Jump», con esa actitud de «eh, mira lo que sé hacer», como si estuviese en una fiesta con amigos. O haciendo el solo de «Hot for Teacher» mientras camina por una mesa de biblioteca. La clase de cosas que le alegran a uno el día. Pero todo ese desenfado no puede ni debe servir para desdeñar el talento de quien ha sido, sin discusión alguna, uno de los músicos más brillantes de las últimas décadas. La clase de músico que rompe esquemas, cuya impronta, como la de Jimi Hendrix, no desaparecerá mientras en algún rincón del planeta haya una guitarra eléctrica conectada a un amplificador, en manos de algún chaval con ganas de hacer ruido y aprenderse solos de sus ídolos por el mero placer de aprenderse solos de sus ídolos. Hablamos de ese nivel de grandeza, de esa clase de influencia. Un hombre que cambia la historia de un instrumento musical es algo que no aparece todos los años, ni todas las décadas.
No diré que la noticia de su muerte es una completa sorpresa porque, por desgracia, hace mucho que sabíamos que el cáncer no lo dejaba tranquilo, y en este funesto 2020 había motivos para sospechar que su salud no iba nada bien. No se dejaba ver, y sus mensajes tranquilizadores en las redes no eran tan tranquilizadores con poco que uno pensara sobre ellos, aunque supongo que sus admiradores queríamos creer que eran imaginaciones nuestras. Aun así, me resulta extraño poner las palabras In memoriam justo al nombre Eddie Van Halen, un individuo al que no solamente considero un genio, sino que además es sinónimo de cosas que hacen que la vida merezca la pena ser vivida: música, alegría, intensidad. Puto 2020, ¿adónde se han ido los buenos tiempos?
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Trickfew
Mensajes : 7379 Fecha de inscripción : 02/02/2014 Localización : Puertollano
El riff inicial y para de contar. En la línea de ROCK OR BUST con la diferencia que ese si me pareció un buen single. Esperemos que el disco tenga mejores momentos.
Dicho esto...una inmensa alegría que sigan AC/DC.
Adios
A ver que tal estará el resto del disco..... deseando que llegue el 13 de Noviembre
LOU RIP Forum Punisher
Mensajes : 69756 Fecha de inscripción : 27/02/2013 Edad : 58 Localización : Portugalete-Estonia
El riff inicial y para de contar. En la línea de ROCK OR BUST con la diferencia que ese si me pareció un buen single. Esperemos que el disco tenga mejores momentos.
Dicho esto...una inmensa alegría que sigan AC/DC.
Adios
A ver que tal estará el resto del disco..... deseando que llegue el 13 de Noviembre
la pregunta es si superará en calidad al de Deep Purple
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Cutix THE FANGORIAN
Mensajes : 22423 Fecha de inscripción : 21/11/2013
Hala...ahi teneis otra lista ''definitiva'' de los mejores discos de Rock clasico. En fin un coñazo....Hace años me gustaban pero ahora paso de ellas como de la mierda.
Cutix THE FANGORIAN
Mensajes : 22423 Fecha de inscripción : 21/11/2013
Mi anécdota favorita de Eddie Van Halen, que él mismo contó varias veces cuando recordaba su infancia, tiene que ver con sus clases de piano. Su padre, un músico holandés, se empeñó en que Eddie aprendiese piano clásico. A Eddie no le entusiasmaba la idea, y le producían particular pereza los metódicos ejercicios para aprender a leer partituras. Un día, su profesor se sentó a tocar una pieza y le pidió al pequeño Eddie que le ayudase pasando las páginas de la partitura. Resultó que Eddie no tenía la menor idea de cuándo pasar página, porque era incapaz de leer lo que ponía en los pentagramas. Se había pasado años aprendiéndose las piezas de oído para que su profesor no descubriese que no se había molestado en aprender a leer. Cuando su profesor tocaba algún ejercicio, él lo miraba, lo memorizaba y luego lo reproducía. Las partituras le resultaban inútiles. Lo mismo le sucedió tras haber ganado varios años seguidos un concurso infantil de piano. Cuando uno de los jurados le dijo que siempre lo votaban por su capacidad para improvisar sobre piezas clásicas, el pequeño Eddie no conseguía entender nada. Él se había aprendido todo de oído, y las «improvisaciones» no eran sino el producto de su indisciplina. Pero, como él mismo diría mucho más tarde, «A la mierda las normas. Si suena bien, ya está».
Eddie Van Halen era la clase de músico que aparece muy pocas veces. Cada instrumento musical tiene una historia compuesta por intérpretes virtuosos, compositores, diseñadores, incluso empresas. La guitarra, por ejemplo, nació en España: la vihuela del siglo XVI dio paso a la guitarra barroca del siglo VXII, y de esta surgió la guitarra clásica en el XIX. También aparecieron modalidades como la flamenca, la acústica con cuerdas de metal, la electroacústica, y la guitarra eléctrica. En cada modalidad y en cada género ha habido un pequeño número de pioneros o revolucionarios que en su momento sentaron las bases, o cambiaron la forma en que se interpretaba el instrumento en cada género. Como Francisco Tárrega y Andrés Segovia en la guitarra clásica, o Paco de Lucía en la guitarra flamenca.
La guitarra eléctrica tiene su propia historia. Durante la segunda mitad del siglo XX fue usada de diferentes maneras en diferentes estilos. En el jazz, por ejemplo, se desarrollaban con mucha profundidad las armonías y melodías, pero no se sacaba tanto jugo a las dinámicas físicas del instrumento. El blues o el rock eran más sencillos si nos fijamos en las armonías, pero se iba mucho más lejos en la exploración de las dinámicas, de las diferentes herramientas expresivas que podían obtenerse, hasta el punto de que la guitarra eléctrica en el jazz y la guitarra eléctrica en el rock llegaron a parecer dos instrumentos distintos, aunque técnicamente fuesen el mismo.
¿Quién fue Eddie Van Halen? Dentro de la corriente de la guitarra blues rock, podríamos decir que los bluesmen y gente como Chuck Berry fueron el equivalente de los filósofos griegos, fueron quienes sentaron las bases. Jimi Hendrix fue Isaac Newton, el hombre que cambió el paradigma y cuya revolución parecía definitiva. Y Eddie Van Halen fue Albert Einstein, el hombre que, cuando parecía que Hendrix ya se había encargado de dirigir la guitarra eléctrica hacia una dirección, demostró que todavía quedaban caminos por abrir. Esa es, básicamente, la impronta de los genios. Eddie Van Halen inició su revolución a finales de los años setenta, cuando no había transcurrido ni una década desde la temprana muerte de Hendrix. Desde entonces, ha habido grandes virtuosos, ha habido guitarristas capaces de sorprender con técnicas increíblemente complicadas, pero no ha habido ninguno que haya sido capaz de sacudir los cimientos del instrumento como lo hicieron Hendrix y Van Halen. Ninguno.
Para comprobarlo, basta ponerse a buscar quiénes eran considerados los guitarristas eléctricos punteros en 1977, y escuchar lo que hacían. Y después, escuchar lo que ese mismo año tocaba en su ciudad, Pasadena, un chaval de veintidós años que aún estaba a unos cuantos meses de la fama. No se trata de que Eddie fuese mejor o peor que otros guitarristas, porque la música no es (o no debería ser) una competición, en especial cuando hablamos de músicos de primer nivel que se complementan, que llenan los espacios que no llenan otros, y a la inversa. Pero es obvio que, en 1977, y en uno de sus últimos conciertos como músico desconocido, Eddie Van Halen estaba haciendo cosas que a otros guitarristas de la época, incluso a los más consagrados, ni se les había pasado por la cabeza. Estaba tocando de una manera nueva. De hecho, aunque a Eddie no lo conocían nada más que entre la juventud de su ciudad, en el grupo ya le dejaban un espacio en los conciertos para que demostrase que estaba hecho de otra pasta. Insisto: era 1977 y Eddie tenía veintidós años.
No mucho después, los guitarristas consagrados del rock tendrían ocasión de asistir boquiabiertos al ascenso del fenómeno. Pilló a todo el mundo con la guardia baja. También al público. Henry Rollins contaba que siendo adolescente acudió a ver un concierto de Ted Nugent, uno de sus ídolos, y los teloneros eran cuatro veinteañeros californianos de los que casi nadie había oído hablar: «Recuerdo muy bien que cuando Eddie tocó “Eruption”, todo el público estaba incrédulo». Los veinteañeros terminaron su concierto y el público, enfervorecido, empezó a corear el nombre del grupo: «¡Van Halen! ¡Van Halen!». Y seguían coreando cuando Nugent salió al escenario para empezar su propio concierto. Algo que a Nugent no le gustó nada, pues dijo por el micrófono: «Fuck Van Halen!» y se pasó el resto del tiempo tocando con mala cara y la mirada clavada en el suelo.
Por desgracia, apenas existen imágenes decentes de aquellos tiempos. Ni siquiera está bien documentada visualmente la primera gira importante que Van Halen hicieron como teloneros de Black Sabbath, pero sí ha habido muchísimos testimonios de asistentes a aquellos conciertos que han contado una y otra vez cómo los californianos ponían patas abajo el recinto, cómo les robaban el protagonismo a los cabezas de cartel, y cómo Eddie causaba estupor con su manera de tocar la guitarra. Ojeando las escasas filmaciones que se han conservado de 1978, es fácil entender por qué el público veía a Eddie Van Halen haciendo sus volcánicos solos y tenía la sensación de estar contemplando algo nuevo, algo colosal, excitante y nunca visto. Un ejemplo. Otro ejemplo. Y un ejemplo más.
El peculiar estilo de Eddie era una mutación inesperada de unas influencias que, por sí mismas, nunca hubiesen permitido prever semejante supernova. El gran ídolo de Eddie era Eric Clapton, y Eddie siempre decía que la grabación que más le había influido eran las improvisaciones que hacía Clapton en la versión en directo de «I’m So Glad» que aparecía en el disco Goodbye de Cream. Aunque es fácil ver ahí las raíces de su estilo, es obvio que Eddie era otro paso evolutivo. Al igual que aparecen especies nuevas en la biología, Eddie era una nueva especie dominante en el ecosistema de los guitarristas. No habían transcurrido ni diez años entre el Goodbye y Eddie había adelantado por la izquierda a los propios ídolos.
«Eruption» y la famosa técnica del tapping —que Eddie no inventó, pero sí transformó lo que era una mera anécdota en todo un nuevo lenguaje— trastornaron a toda una generación de chavales que estaban aprendiendo a tocar por entonces. Van Halen propició el nacimiento de toda una nueva casta de guitarristas, los shredders. Ya saben, muy volcados en la velocidad y las peripecias técnicas. Todos esos guitarristas se han inspirado en él, porque, a partir de 1980, es casi imposible que surgiese un guitarrista de rock medianamente técnico que, queriéndolo o sin querer, no hubiese crecido bajo la influencia directa o indirecta de Eddie Van Halen. Pero Eddie siempre ha sonado diferente y reconocible entre todos sus discípulos porque, para él, la velocidad y la pirotecnia no eran un objetivo, sino el resultado de su pasión y su intensidad, de su manera de aproximarse al instrumento. El amor que sentía por la guitarra eléctrica algo que podía percibirse en cada nota. Era un guitarrista de una expresividad alucinante, cosa que muchos otros pierden con la velocidad. Uno de mis solos favoritos es el que hizo en «Feel Love Your Love Tonight», que es como una pequeña canción dentro de la canción en sí, con la vocecita de la guitarra contando su propia historia. O qué decir de sus fascinantes guitarras rítmicas; sus solos son sensacionales, por descontado, pero, ¿qué decir de sus imaginativos, originales, exquisitos acompañamientos? Por ejemplo, en «Top Jimmy», una canción en donde las rítmicas ¡son mucho mejores que el solo! Y tampoco se puede olvidar su faceta como compositor, que, cuando le daba la gana, demostraba que su inspiración iba mucho más allá del hard rock. En fin, solo hay que rebuscar en las redes y ver la manera en que famosos guitarristas de rock están reaccionando a la muerte de Eddie: con una común sensación de orfandad. Ellos eran perfectamente conscientes de la magnitud del talento de Eddie, y de su extraordinaria importancia en la evolución del instrumento.
Es posible —bueno, me consta que sucede— que haya quien no termine de apreciar la grandeza de Eddie Van Halen, por el hecho de que se hizo célebre con un grupo que tenía una imagen festiva, cuyo desenfado y humor eran dos rasgos característicos. Para colmo, muchos fans de Van Halen preferimos justo esa etapa inicial menos «seria», que es donde, creo yo, hicieron su música más convincente, porque, al menos en mi cabeza, todo lo asociado con Eddie Van Halen y su música es sinónimo de colorido, entusiasmo, alegría. Todos hemos visto a Eddie sonriendo durante el solo de «Jump», con esa actitud de «eh, mira lo que sé hacer», como si estuviese en una fiesta con amigos. O haciendo el solo de «Hot for Teacher» mientras camina por una mesa de biblioteca. La clase de cosas que le alegran a uno el día. Pero todo ese desenfado no puede ni debe servir para desdeñar el talento de quien ha sido, sin discusión alguna, uno de los músicos más brillantes de las últimas décadas. La clase de músico que rompe esquemas, cuya impronta, como la de Jimi Hendrix, no desaparecerá mientras en algún rincón del planeta haya una guitarra eléctrica conectada a un amplificador, en manos de algún chaval con ganas de hacer ruido y aprenderse solos de sus ídolos por el mero placer de aprenderse solos de sus ídolos. Hablamos de ese nivel de grandeza, de esa clase de influencia. Un hombre que cambia la historia de un instrumento musical es algo que no aparece todos los años, ni todas las décadas.
No diré que la noticia de su muerte es una completa sorpresa porque, por desgracia, hace mucho que sabíamos que el cáncer no lo dejaba tranquilo, y en este funesto 2020 había motivos para sospechar que su salud no iba nada bien. No se dejaba ver, y sus mensajes tranquilizadores en las redes no eran tan tranquilizadores con poco que uno pensara sobre ellos, aunque supongo que sus admiradores queríamos creer que eran imaginaciones nuestras. Aun así, me resulta extraño poner las palabras In memoriam justo al nombre Eddie Van Halen, un individuo al que no solamente considero un genio, sino que además es sinónimo de cosas que hacen que la vida merezca la pena ser vivida: música, alegría, intensidad. Puto 2020, ¿adónde se han ido los buenos tiempos?
Sensacional artículo. Y todo lo que dice es muy cierto.
Otra noticia al respecto:
Ismael Serrano, herido de gravedad mientras rendía homenaje a Van Halen a la guitarra
"Just take those old records off the shelf, I'll sit and listen to 'em by myself Today's music ain't got the same soul, I like that old time Rock 'n' Roll"
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Mi anécdota favorita de Eddie Van Halen, que él mismo contó varias veces cuando recordaba su infancia, tiene que ver con sus clases de piano. Su padre, un músico holandés, se empeñó en que Eddie aprendiese piano clásico. A Eddie no le entusiasmaba la idea, y le producían particular pereza los metódicos ejercicios para aprender a leer partituras. Un día, su profesor se sentó a tocar una pieza y le pidió al pequeño Eddie que le ayudase pasando las páginas de la partitura. Resultó que Eddie no tenía la menor idea de cuándo pasar página, porque era incapaz de leer lo que ponía en los pentagramas. Se había pasado años aprendiéndose las piezas de oído para que su profesor no descubriese que no se había molestado en aprender a leer. Cuando su profesor tocaba algún ejercicio, él lo miraba, lo memorizaba y luego lo reproducía. Las partituras le resultaban inútiles. Lo mismo le sucedió tras haber ganado varios años seguidos un concurso infantil de piano. Cuando uno de los jurados le dijo que siempre lo votaban por su capacidad para improvisar sobre piezas clásicas, el pequeño Eddie no conseguía entender nada. Él se había aprendido todo de oído, y las «improvisaciones» no eran sino el producto de su indisciplina. Pero, como él mismo diría mucho más tarde, «A la mierda las normas. Si suena bien, ya está».
Eddie Van Halen era la clase de músico que aparece muy pocas veces. Cada instrumento musical tiene una historia compuesta por intérpretes virtuosos, compositores, diseñadores, incluso empresas. La guitarra, por ejemplo, nació en España: la vihuela del siglo XVI dio paso a la guitarra barroca del siglo VXII, y de esta surgió la guitarra clásica en el XIX. También aparecieron modalidades como la flamenca, la acústica con cuerdas de metal, la electroacústica, y la guitarra eléctrica. En cada modalidad y en cada género ha habido un pequeño número de pioneros o revolucionarios que en su momento sentaron las bases, o cambiaron la forma en que se interpretaba el instrumento en cada género. Como Francisco Tárrega y Andrés Segovia en la guitarra clásica, o Paco de Lucía en la guitarra flamenca.
La guitarra eléctrica tiene su propia historia. Durante la segunda mitad del siglo XX fue usada de diferentes maneras en diferentes estilos. En el jazz, por ejemplo, se desarrollaban con mucha profundidad las armonías y melodías, pero no se sacaba tanto jugo a las dinámicas físicas del instrumento. El blues o el rock eran más sencillos si nos fijamos en las armonías, pero se iba mucho más lejos en la exploración de las dinámicas, de las diferentes herramientas expresivas que podían obtenerse, hasta el punto de que la guitarra eléctrica en el jazz y la guitarra eléctrica en el rock llegaron a parecer dos instrumentos distintos, aunque técnicamente fuesen el mismo.
¿Quién fue Eddie Van Halen? Dentro de la corriente de la guitarra blues rock, podríamos decir que los bluesmen y gente como Chuck Berry fueron el equivalente de los filósofos griegos, fueron quienes sentaron las bases. Jimi Hendrix fue Isaac Newton, el hombre que cambió el paradigma y cuya revolución parecía definitiva. Y Eddie Van Halen fue Albert Einstein, el hombre que, cuando parecía que Hendrix ya se había encargado de dirigir la guitarra eléctrica hacia una dirección, demostró que todavía quedaban caminos por abrir. Esa es, básicamente, la impronta de los genios. Eddie Van Halen inició su revolución a finales de los años setenta, cuando no había transcurrido ni una década desde la temprana muerte de Hendrix. Desde entonces, ha habido grandes virtuosos, ha habido guitarristas capaces de sorprender con técnicas increíblemente complicadas, pero no ha habido ninguno que haya sido capaz de sacudir los cimientos del instrumento como lo hicieron Hendrix y Van Halen. Ninguno.
Para comprobarlo, basta ponerse a buscar quiénes eran considerados los guitarristas eléctricos punteros en 1977, y escuchar lo que hacían. Y después, escuchar lo que ese mismo año tocaba en su ciudad, Pasadena, un chaval de veintidós años que aún estaba a unos cuantos meses de la fama. No se trata de que Eddie fuese mejor o peor que otros guitarristas, porque la música no es (o no debería ser) una competición, en especial cuando hablamos de músicos de primer nivel que se complementan, que llenan los espacios que no llenan otros, y a la inversa. Pero es obvio que, en 1977, y en uno de sus últimos conciertos como músico desconocido, Eddie Van Halen estaba haciendo cosas que a otros guitarristas de la época, incluso a los más consagrados, ni se les había pasado por la cabeza. Estaba tocando de una manera nueva. De hecho, aunque a Eddie no lo conocían nada más que entre la juventud de su ciudad, en el grupo ya le dejaban un espacio en los conciertos para que demostrase que estaba hecho de otra pasta. Insisto: era 1977 y Eddie tenía veintidós años.
No mucho después, los guitarristas consagrados del rock tendrían ocasión de asistir boquiabiertos al ascenso del fenómeno. Pilló a todo el mundo con la guardia baja. También al público. Henry Rollins contaba que siendo adolescente acudió a ver un concierto de Ted Nugent, uno de sus ídolos, y los teloneros eran cuatro veinteañeros californianos de los que casi nadie había oído hablar: «Recuerdo muy bien que cuando Eddie tocó “Eruption”, todo el público estaba incrédulo». Los veinteañeros terminaron su concierto y el público, enfervorecido, empezó a corear el nombre del grupo: «¡Van Halen! ¡Van Halen!». Y seguían coreando cuando Nugent salió al escenario para empezar su propio concierto. Algo que a Nugent no le gustó nada, pues dijo por el micrófono: «Fuck Van Halen!» y se pasó el resto del tiempo tocando con mala cara y la mirada clavada en el suelo.
Por desgracia, apenas existen imágenes decentes de aquellos tiempos. Ni siquiera está bien documentada visualmente la primera gira importante que Van Halen hicieron como teloneros de Black Sabbath, pero sí ha habido muchísimos testimonios de asistentes a aquellos conciertos que han contado una y otra vez cómo los californianos ponían patas abajo el recinto, cómo les robaban el protagonismo a los cabezas de cartel, y cómo Eddie causaba estupor con su manera de tocar la guitarra. Ojeando las escasas filmaciones que se han conservado de 1978, es fácil entender por qué el público veía a Eddie Van Halen haciendo sus volcánicos solos y tenía la sensación de estar contemplando algo nuevo, algo colosal, excitante y nunca visto. Un ejemplo. Otro ejemplo. Y un ejemplo más.
El peculiar estilo de Eddie era una mutación inesperada de unas influencias que, por sí mismas, nunca hubiesen permitido prever semejante supernova. El gran ídolo de Eddie era Eric Clapton, y Eddie siempre decía que la grabación que más le había influido eran las improvisaciones que hacía Clapton en la versión en directo de «I’m So Glad» que aparecía en el disco Goodbye de Cream. Aunque es fácil ver ahí las raíces de su estilo, es obvio que Eddie era otro paso evolutivo. Al igual que aparecen especies nuevas en la biología, Eddie era una nueva especie dominante en el ecosistema de los guitarristas. No habían transcurrido ni diez años entre el Goodbye y Eddie había adelantado por la izquierda a los propios ídolos.
«Eruption» y la famosa técnica del tapping —que Eddie no inventó, pero sí transformó lo que era una mera anécdota en todo un nuevo lenguaje— trastornaron a toda una generación de chavales que estaban aprendiendo a tocar por entonces. Van Halen propició el nacimiento de toda una nueva casta de guitarristas, los shredders. Ya saben, muy volcados en la velocidad y las peripecias técnicas. Todos esos guitarristas se han inspirado en él, porque, a partir de 1980, es casi imposible que surgiese un guitarrista de rock medianamente técnico que, queriéndolo o sin querer, no hubiese crecido bajo la influencia directa o indirecta de Eddie Van Halen. Pero Eddie siempre ha sonado diferente y reconocible entre todos sus discípulos porque, para él, la velocidad y la pirotecnia no eran un objetivo, sino el resultado de su pasión y su intensidad, de su manera de aproximarse al instrumento. El amor que sentía por la guitarra eléctrica algo que podía percibirse en cada nota. Era un guitarrista de una expresividad alucinante, cosa que muchos otros pierden con la velocidad. Uno de mis solos favoritos es el que hizo en «Feel Love Your Love Tonight», que es como una pequeña canción dentro de la canción en sí, con la vocecita de la guitarra contando su propia historia. O qué decir de sus fascinantes guitarras rítmicas; sus solos son sensacionales, por descontado, pero, ¿qué decir de sus imaginativos, originales, exquisitos acompañamientos? Por ejemplo, en «Top Jimmy», una canción en donde las rítmicas ¡son mucho mejores que el solo! Y tampoco se puede olvidar su faceta como compositor, que, cuando le daba la gana, demostraba que su inspiración iba mucho más allá del hard rock. En fin, solo hay que rebuscar en las redes y ver la manera en que famosos guitarristas de rock están reaccionando a la muerte de Eddie: con una común sensación de orfandad. Ellos eran perfectamente conscientes de la magnitud del talento de Eddie, y de su extraordinaria importancia en la evolución del instrumento.
Es posible —bueno, me consta que sucede— que haya quien no termine de apreciar la grandeza de Eddie Van Halen, por el hecho de que se hizo célebre con un grupo que tenía una imagen festiva, cuyo desenfado y humor eran dos rasgos característicos. Para colmo, muchos fans de Van Halen preferimos justo esa etapa inicial menos «seria», que es donde, creo yo, hicieron su música más convincente, porque, al menos en mi cabeza, todo lo asociado con Eddie Van Halen y su música es sinónimo de colorido, entusiasmo, alegría. Todos hemos visto a Eddie sonriendo durante el solo de «Jump», con esa actitud de «eh, mira lo que sé hacer», como si estuviese en una fiesta con amigos. O haciendo el solo de «Hot for Teacher» mientras camina por una mesa de biblioteca. La clase de cosas que le alegran a uno el día. Pero todo ese desenfado no puede ni debe servir para desdeñar el talento de quien ha sido, sin discusión alguna, uno de los músicos más brillantes de las últimas décadas. La clase de músico que rompe esquemas, cuya impronta, como la de Jimi Hendrix, no desaparecerá mientras en algún rincón del planeta haya una guitarra eléctrica conectada a un amplificador, en manos de algún chaval con ganas de hacer ruido y aprenderse solos de sus ídolos por el mero placer de aprenderse solos de sus ídolos. Hablamos de ese nivel de grandeza, de esa clase de influencia. Un hombre que cambia la historia de un instrumento musical es algo que no aparece todos los años, ni todas las décadas.
No diré que la noticia de su muerte es una completa sorpresa porque, por desgracia, hace mucho que sabíamos que el cáncer no lo dejaba tranquilo, y en este funesto 2020 había motivos para sospechar que su salud no iba nada bien. No se dejaba ver, y sus mensajes tranquilizadores en las redes no eran tan tranquilizadores con poco que uno pensara sobre ellos, aunque supongo que sus admiradores queríamos creer que eran imaginaciones nuestras. Aun así, me resulta extraño poner las palabras In memoriam justo al nombre Eddie Van Halen, un individuo al que no solamente considero un genio, sino que además es sinónimo de cosas que hacen que la vida merezca la pena ser vivida: música, alegría, intensidad. Puto 2020, ¿adónde se han ido los buenos tiempos?
Sensacional artículo. Y todo lo que dice es muy cierto.
Otra noticia al respecto:
Ismael Serrano, herido de gravedad mientras rendía homenaje a Van Halen a la guitarra
Mi anécdota favorita de Eddie Van Halen, que él mismo contó varias veces cuando recordaba su infancia, tiene que ver con sus clases de piano. Su padre, un músico holandés, se empeñó en que Eddie aprendiese piano clásico. A Eddie no le entusiasmaba la idea, y le producían particular pereza los metódicos ejercicios para aprender a leer partituras. Un día, su profesor se sentó a tocar una pieza y le pidió al pequeño Eddie que le ayudase pasando las páginas de la partitura. Resultó que Eddie no tenía la menor idea de cuándo pasar página, porque era incapaz de leer lo que ponía en los pentagramas. Se había pasado años aprendiéndose las piezas de oído para que su profesor no descubriese que no se había molestado en aprender a leer. Cuando su profesor tocaba algún ejercicio, él lo miraba, lo memorizaba y luego lo reproducía. Las partituras le resultaban inútiles. Lo mismo le sucedió tras haber ganado varios años seguidos un concurso infantil de piano. Cuando uno de los jurados le dijo que siempre lo votaban por su capacidad para improvisar sobre piezas clásicas, el pequeño Eddie no conseguía entender nada. Él se había aprendido todo de oído, y las «improvisaciones» no eran sino el producto de su indisciplina. Pero, como él mismo diría mucho más tarde, «A la mierda las normas. Si suena bien, ya está».
Eddie Van Halen era la clase de músico que aparece muy pocas veces. Cada instrumento musical tiene una historia compuesta por intérpretes virtuosos, compositores, diseñadores, incluso empresas. La guitarra, por ejemplo, nació en España: la vihuela del siglo XVI dio paso a la guitarra barroca del siglo VXII, y de esta surgió la guitarra clásica en el XIX. También aparecieron modalidades como la flamenca, la acústica con cuerdas de metal, la electroacústica, y la guitarra eléctrica. En cada modalidad y en cada género ha habido un pequeño número de pioneros o revolucionarios que en su momento sentaron las bases, o cambiaron la forma en que se interpretaba el instrumento en cada género. Como Francisco Tárrega y Andrés Segovia en la guitarra clásica, o Paco de Lucía en la guitarra flamenca.
La guitarra eléctrica tiene su propia historia. Durante la segunda mitad del siglo XX fue usada de diferentes maneras en diferentes estilos. En el jazz, por ejemplo, se desarrollaban con mucha profundidad las armonías y melodías, pero no se sacaba tanto jugo a las dinámicas físicas del instrumento. El blues o el rock eran más sencillos si nos fijamos en las armonías, pero se iba mucho más lejos en la exploración de las dinámicas, de las diferentes herramientas expresivas que podían obtenerse, hasta el punto de que la guitarra eléctrica en el jazz y la guitarra eléctrica en el rock llegaron a parecer dos instrumentos distintos, aunque técnicamente fuesen el mismo.
¿Quién fue Eddie Van Halen? Dentro de la corriente de la guitarra blues rock, podríamos decir que los bluesmen y gente como Chuck Berry fueron el equivalente de los filósofos griegos, fueron quienes sentaron las bases. Jimi Hendrix fue Isaac Newton, el hombre que cambió el paradigma y cuya revolución parecía definitiva. Y Eddie Van Halen fue Albert Einstein, el hombre que, cuando parecía que Hendrix ya se había encargado de dirigir la guitarra eléctrica hacia una dirección, demostró que todavía quedaban caminos por abrir. Esa es, básicamente, la impronta de los genios. Eddie Van Halen inició su revolución a finales de los años setenta, cuando no había transcurrido ni una década desde la temprana muerte de Hendrix. Desde entonces, ha habido grandes virtuosos, ha habido guitarristas capaces de sorprender con técnicas increíblemente complicadas, pero no ha habido ninguno que haya sido capaz de sacudir los cimientos del instrumento como lo hicieron Hendrix y Van Halen. Ninguno.
Para comprobarlo, basta ponerse a buscar quiénes eran considerados los guitarristas eléctricos punteros en 1977, y escuchar lo que hacían. Y después, escuchar lo que ese mismo año tocaba en su ciudad, Pasadena, un chaval de veintidós años que aún estaba a unos cuantos meses de la fama. No se trata de que Eddie fuese mejor o peor que otros guitarristas, porque la música no es (o no debería ser) una competición, en especial cuando hablamos de músicos de primer nivel que se complementan, que llenan los espacios que no llenan otros, y a la inversa. Pero es obvio que, en 1977, y en uno de sus últimos conciertos como músico desconocido, Eddie Van Halen estaba haciendo cosas que a otros guitarristas de la época, incluso a los más consagrados, ni se les había pasado por la cabeza. Estaba tocando de una manera nueva. De hecho, aunque a Eddie no lo conocían nada más que entre la juventud de su ciudad, en el grupo ya le dejaban un espacio en los conciertos para que demostrase que estaba hecho de otra pasta. Insisto: era 1977 y Eddie tenía veintidós años.
No mucho después, los guitarristas consagrados del rock tendrían ocasión de asistir boquiabiertos al ascenso del fenómeno. Pilló a todo el mundo con la guardia baja. También al público. Henry Rollins contaba que siendo adolescente acudió a ver un concierto de Ted Nugent, uno de sus ídolos, y los teloneros eran cuatro veinteañeros californianos de los que casi nadie había oído hablar: «Recuerdo muy bien que cuando Eddie tocó “Eruption”, todo el público estaba incrédulo». Los veinteañeros terminaron su concierto y el público, enfervorecido, empezó a corear el nombre del grupo: «¡Van Halen! ¡Van Halen!». Y seguían coreando cuando Nugent salió al escenario para empezar su propio concierto. Algo que a Nugent no le gustó nada, pues dijo por el micrófono: «Fuck Van Halen!» y se pasó el resto del tiempo tocando con mala cara y la mirada clavada en el suelo.
Por desgracia, apenas existen imágenes decentes de aquellos tiempos. Ni siquiera está bien documentada visualmente la primera gira importante que Van Halen hicieron como teloneros de Black Sabbath, pero sí ha habido muchísimos testimonios de asistentes a aquellos conciertos que han contado una y otra vez cómo los californianos ponían patas abajo el recinto, cómo les robaban el protagonismo a los cabezas de cartel, y cómo Eddie causaba estupor con su manera de tocar la guitarra. Ojeando las escasas filmaciones que se han conservado de 1978, es fácil entender por qué el público veía a Eddie Van Halen haciendo sus volcánicos solos y tenía la sensación de estar contemplando algo nuevo, algo colosal, excitante y nunca visto. Un ejemplo. Otro ejemplo. Y un ejemplo más.
El peculiar estilo de Eddie era una mutación inesperada de unas influencias que, por sí mismas, nunca hubiesen permitido prever semejante supernova. El gran ídolo de Eddie era Eric Clapton, y Eddie siempre decía que la grabación que más le había influido eran las improvisaciones que hacía Clapton en la versión en directo de «I’m So Glad» que aparecía en el disco Goodbye de Cream. Aunque es fácil ver ahí las raíces de su estilo, es obvio que Eddie era otro paso evolutivo. Al igual que aparecen especies nuevas en la biología, Eddie era una nueva especie dominante en el ecosistema de los guitarristas. No habían transcurrido ni diez años entre el Goodbye y Eddie había adelantado por la izquierda a los propios ídolos.
«Eruption» y la famosa técnica del tapping —que Eddie no inventó, pero sí transformó lo que era una mera anécdota en todo un nuevo lenguaje— trastornaron a toda una generación de chavales que estaban aprendiendo a tocar por entonces. Van Halen propició el nacimiento de toda una nueva casta de guitarristas, los shredders. Ya saben, muy volcados en la velocidad y las peripecias técnicas. Todos esos guitarristas se han inspirado en él, porque, a partir de 1980, es casi imposible que surgiese un guitarrista de rock medianamente técnico que, queriéndolo o sin querer, no hubiese crecido bajo la influencia directa o indirecta de Eddie Van Halen. Pero Eddie siempre ha sonado diferente y reconocible entre todos sus discípulos porque, para él, la velocidad y la pirotecnia no eran un objetivo, sino el resultado de su pasión y su intensidad, de su manera de aproximarse al instrumento. El amor que sentía por la guitarra eléctrica algo que podía percibirse en cada nota. Era un guitarrista de una expresividad alucinante, cosa que muchos otros pierden con la velocidad. Uno de mis solos favoritos es el que hizo en «Feel Love Your Love Tonight», que es como una pequeña canción dentro de la canción en sí, con la vocecita de la guitarra contando su propia historia. O qué decir de sus fascinantes guitarras rítmicas; sus solos son sensacionales, por descontado, pero, ¿qué decir de sus imaginativos, originales, exquisitos acompañamientos? Por ejemplo, en «Top Jimmy», una canción en donde las rítmicas ¡son mucho mejores que el solo! Y tampoco se puede olvidar su faceta como compositor, que, cuando le daba la gana, demostraba que su inspiración iba mucho más allá del hard rock. En fin, solo hay que rebuscar en las redes y ver la manera en que famosos guitarristas de rock están reaccionando a la muerte de Eddie: con una común sensación de orfandad. Ellos eran perfectamente conscientes de la magnitud del talento de Eddie, y de su extraordinaria importancia en la evolución del instrumento.
Es posible —bueno, me consta que sucede— que haya quien no termine de apreciar la grandeza de Eddie Van Halen, por el hecho de que se hizo célebre con un grupo que tenía una imagen festiva, cuyo desenfado y humor eran dos rasgos característicos. Para colmo, muchos fans de Van Halen preferimos justo esa etapa inicial menos «seria», que es donde, creo yo, hicieron su música más convincente, porque, al menos en mi cabeza, todo lo asociado con Eddie Van Halen y su música es sinónimo de colorido, entusiasmo, alegría. Todos hemos visto a Eddie sonriendo durante el solo de «Jump», con esa actitud de «eh, mira lo que sé hacer», como si estuviese en una fiesta con amigos. O haciendo el solo de «Hot for Teacher» mientras camina por una mesa de biblioteca. La clase de cosas que le alegran a uno el día. Pero todo ese desenfado no puede ni debe servir para desdeñar el talento de quien ha sido, sin discusión alguna, uno de los músicos más brillantes de las últimas décadas. La clase de músico que rompe esquemas, cuya impronta, como la de Jimi Hendrix, no desaparecerá mientras en algún rincón del planeta haya una guitarra eléctrica conectada a un amplificador, en manos de algún chaval con ganas de hacer ruido y aprenderse solos de sus ídolos por el mero placer de aprenderse solos de sus ídolos. Hablamos de ese nivel de grandeza, de esa clase de influencia. Un hombre que cambia la historia de un instrumento musical es algo que no aparece todos los años, ni todas las décadas.
No diré que la noticia de su muerte es una completa sorpresa porque, por desgracia, hace mucho que sabíamos que el cáncer no lo dejaba tranquilo, y en este funesto 2020 había motivos para sospechar que su salud no iba nada bien. No se dejaba ver, y sus mensajes tranquilizadores en las redes no eran tan tranquilizadores con poco que uno pensara sobre ellos, aunque supongo que sus admiradores queríamos creer que eran imaginaciones nuestras. Aun así, me resulta extraño poner las palabras In memoriam justo al nombre Eddie Van Halen, un individuo al que no solamente considero un genio, sino que además es sinónimo de cosas que hacen que la vida merezca la pena ser vivida: música, alegría, intensidad. Puto 2020, ¿adónde se han ido los buenos tiempos?
Sensacional artículo. Y todo lo que dice es muy cierto.
Otra noticia al respecto:
Ismael Serrano, herido de gravedad mientras rendía homenaje a Van Halen a la guitarra
Lo del Ismael este lleva circulando desde la misma noche de la muerte de Eddie,y no me hacia gracia la bromita tan pronto,hoy me descojono...
A mí me hizo mucha gracia. No le hace daño a nadie, a su manera es un homenaje a la asombrosa técnica que tenía Eddie, y yo si fuera Ismael me descojonaría vivo. El humor siempre es necesario, incluso en momentos tan tristes.
El propio Eddie siempre mostraba una sonrisa, incluso en los últimos años estando ya batallando con esa maldita enfermedad, y le recordaremos siempre así, sonriendo.
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"Just take those old records off the shelf, I'll sit and listen to 'em by myself Today's music ain't got the same soul, I like that old time Rock 'n' Roll"
LOU RIP Forum Punisher
Mensajes : 69756 Fecha de inscripción : 27/02/2013 Edad : 58 Localización : Portugalete-Estonia
Mi anécdota favorita de Eddie Van Halen, que él mismo contó varias veces cuando recordaba su infancia, tiene que ver con sus clases de piano. Su padre, un músico holandés, se empeñó en que Eddie aprendiese piano clásico. A Eddie no le entusiasmaba la idea, y le producían particular pereza los metódicos ejercicios para aprender a leer partituras. Un día, su profesor se sentó a tocar una pieza y le pidió al pequeño Eddie que le ayudase pasando las páginas de la partitura. Resultó que Eddie no tenía la menor idea de cuándo pasar página, porque era incapaz de leer lo que ponía en los pentagramas. Se había pasado años aprendiéndose las piezas de oído para que su profesor no descubriese que no se había molestado en aprender a leer. Cuando su profesor tocaba algún ejercicio, él lo miraba, lo memorizaba y luego lo reproducía. Las partituras le resultaban inútiles. Lo mismo le sucedió tras haber ganado varios años seguidos un concurso infantil de piano. Cuando uno de los jurados le dijo que siempre lo votaban por su capacidad para improvisar sobre piezas clásicas, el pequeño Eddie no conseguía entender nada. Él se había aprendido todo de oído, y las «improvisaciones» no eran sino el producto de su indisciplina. Pero, como él mismo diría mucho más tarde, «A la mierda las normas. Si suena bien, ya está».
Eddie Van Halen era la clase de músico que aparece muy pocas veces. Cada instrumento musical tiene una historia compuesta por intérpretes virtuosos, compositores, diseñadores, incluso empresas. La guitarra, por ejemplo, nació en España: la vihuela del siglo XVI dio paso a la guitarra barroca del siglo VXII, y de esta surgió la guitarra clásica en el XIX. También aparecieron modalidades como la flamenca, la acústica con cuerdas de metal, la electroacústica, y la guitarra eléctrica. En cada modalidad y en cada género ha habido un pequeño número de pioneros o revolucionarios que en su momento sentaron las bases, o cambiaron la forma en que se interpretaba el instrumento en cada género. Como Francisco Tárrega y Andrés Segovia en la guitarra clásica, o Paco de Lucía en la guitarra flamenca.
La guitarra eléctrica tiene su propia historia. Durante la segunda mitad del siglo XX fue usada de diferentes maneras en diferentes estilos. En el jazz, por ejemplo, se desarrollaban con mucha profundidad las armonías y melodías, pero no se sacaba tanto jugo a las dinámicas físicas del instrumento. El blues o el rock eran más sencillos si nos fijamos en las armonías, pero se iba mucho más lejos en la exploración de las dinámicas, de las diferentes herramientas expresivas que podían obtenerse, hasta el punto de que la guitarra eléctrica en el jazz y la guitarra eléctrica en el rock llegaron a parecer dos instrumentos distintos, aunque técnicamente fuesen el mismo.
¿Quién fue Eddie Van Halen? Dentro de la corriente de la guitarra blues rock, podríamos decir que los bluesmen y gente como Chuck Berry fueron el equivalente de los filósofos griegos, fueron quienes sentaron las bases. Jimi Hendrix fue Isaac Newton, el hombre que cambió el paradigma y cuya revolución parecía definitiva. Y Eddie Van Halen fue Albert Einstein, el hombre que, cuando parecía que Hendrix ya se había encargado de dirigir la guitarra eléctrica hacia una dirección, demostró que todavía quedaban caminos por abrir. Esa es, básicamente, la impronta de los genios. Eddie Van Halen inició su revolución a finales de los años setenta, cuando no había transcurrido ni una década desde la temprana muerte de Hendrix. Desde entonces, ha habido grandes virtuosos, ha habido guitarristas capaces de sorprender con técnicas increíblemente complicadas, pero no ha habido ninguno que haya sido capaz de sacudir los cimientos del instrumento como lo hicieron Hendrix y Van Halen. Ninguno.
Para comprobarlo, basta ponerse a buscar quiénes eran considerados los guitarristas eléctricos punteros en 1977, y escuchar lo que hacían. Y después, escuchar lo que ese mismo año tocaba en su ciudad, Pasadena, un chaval de veintidós años que aún estaba a unos cuantos meses de la fama. No se trata de que Eddie fuese mejor o peor que otros guitarristas, porque la música no es (o no debería ser) una competición, en especial cuando hablamos de músicos de primer nivel que se complementan, que llenan los espacios que no llenan otros, y a la inversa. Pero es obvio que, en 1977, y en uno de sus últimos conciertos como músico desconocido, Eddie Van Halen estaba haciendo cosas que a otros guitarristas de la época, incluso a los más consagrados, ni se les había pasado por la cabeza. Estaba tocando de una manera nueva. De hecho, aunque a Eddie no lo conocían nada más que entre la juventud de su ciudad, en el grupo ya le dejaban un espacio en los conciertos para que demostrase que estaba hecho de otra pasta. Insisto: era 1977 y Eddie tenía veintidós años.
No mucho después, los guitarristas consagrados del rock tendrían ocasión de asistir boquiabiertos al ascenso del fenómeno. Pilló a todo el mundo con la guardia baja. También al público. Henry Rollins contaba que siendo adolescente acudió a ver un concierto de Ted Nugent, uno de sus ídolos, y los teloneros eran cuatro veinteañeros californianos de los que casi nadie había oído hablar: «Recuerdo muy bien que cuando Eddie tocó “Eruption”, todo el público estaba incrédulo». Los veinteañeros terminaron su concierto y el público, enfervorecido, empezó a corear el nombre del grupo: «¡Van Halen! ¡Van Halen!». Y seguían coreando cuando Nugent salió al escenario para empezar su propio concierto. Algo que a Nugent no le gustó nada, pues dijo por el micrófono: «Fuck Van Halen!» y se pasó el resto del tiempo tocando con mala cara y la mirada clavada en el suelo.
Por desgracia, apenas existen imágenes decentes de aquellos tiempos. Ni siquiera está bien documentada visualmente la primera gira importante que Van Halen hicieron como teloneros de Black Sabbath, pero sí ha habido muchísimos testimonios de asistentes a aquellos conciertos que han contado una y otra vez cómo los californianos ponían patas abajo el recinto, cómo les robaban el protagonismo a los cabezas de cartel, y cómo Eddie causaba estupor con su manera de tocar la guitarra. Ojeando las escasas filmaciones que se han conservado de 1978, es fácil entender por qué el público veía a Eddie Van Halen haciendo sus volcánicos solos y tenía la sensación de estar contemplando algo nuevo, algo colosal, excitante y nunca visto. Un ejemplo. Otro ejemplo. Y un ejemplo más.
El peculiar estilo de Eddie era una mutación inesperada de unas influencias que, por sí mismas, nunca hubiesen permitido prever semejante supernova. El gran ídolo de Eddie era Eric Clapton, y Eddie siempre decía que la grabación que más le había influido eran las improvisaciones que hacía Clapton en la versión en directo de «I’m So Glad» que aparecía en el disco Goodbye de Cream. Aunque es fácil ver ahí las raíces de su estilo, es obvio que Eddie era otro paso evolutivo. Al igual que aparecen especies nuevas en la biología, Eddie era una nueva especie dominante en el ecosistema de los guitarristas. No habían transcurrido ni diez años entre el Goodbye y Eddie había adelantado por la izquierda a los propios ídolos.
«Eruption» y la famosa técnica del tapping —que Eddie no inventó, pero sí transformó lo que era una mera anécdota en todo un nuevo lenguaje— trastornaron a toda una generación de chavales que estaban aprendiendo a tocar por entonces. Van Halen propició el nacimiento de toda una nueva casta de guitarristas, los shredders. Ya saben, muy volcados en la velocidad y las peripecias técnicas. Todos esos guitarristas se han inspirado en él, porque, a partir de 1980, es casi imposible que surgiese un guitarrista de rock medianamente técnico que, queriéndolo o sin querer, no hubiese crecido bajo la influencia directa o indirecta de Eddie Van Halen. Pero Eddie siempre ha sonado diferente y reconocible entre todos sus discípulos porque, para él, la velocidad y la pirotecnia no eran un objetivo, sino el resultado de su pasión y su intensidad, de su manera de aproximarse al instrumento. El amor que sentía por la guitarra eléctrica algo que podía percibirse en cada nota. Era un guitarrista de una expresividad alucinante, cosa que muchos otros pierden con la velocidad. Uno de mis solos favoritos es el que hizo en «Feel Love Your Love Tonight», que es como una pequeña canción dentro de la canción en sí, con la vocecita de la guitarra contando su propia historia. O qué decir de sus fascinantes guitarras rítmicas; sus solos son sensacionales, por descontado, pero, ¿qué decir de sus imaginativos, originales, exquisitos acompañamientos? Por ejemplo, en «Top Jimmy», una canción en donde las rítmicas ¡son mucho mejores que el solo! Y tampoco se puede olvidar su faceta como compositor, que, cuando le daba la gana, demostraba que su inspiración iba mucho más allá del hard rock. En fin, solo hay que rebuscar en las redes y ver la manera en que famosos guitarristas de rock están reaccionando a la muerte de Eddie: con una común sensación de orfandad. Ellos eran perfectamente conscientes de la magnitud del talento de Eddie, y de su extraordinaria importancia en la evolución del instrumento.
Es posible —bueno, me consta que sucede— que haya quien no termine de apreciar la grandeza de Eddie Van Halen, por el hecho de que se hizo célebre con un grupo que tenía una imagen festiva, cuyo desenfado y humor eran dos rasgos característicos. Para colmo, muchos fans de Van Halen preferimos justo esa etapa inicial menos «seria», que es donde, creo yo, hicieron su música más convincente, porque, al menos en mi cabeza, todo lo asociado con Eddie Van Halen y su música es sinónimo de colorido, entusiasmo, alegría. Todos hemos visto a Eddie sonriendo durante el solo de «Jump», con esa actitud de «eh, mira lo que sé hacer», como si estuviese en una fiesta con amigos. O haciendo el solo de «Hot for Teacher» mientras camina por una mesa de biblioteca. La clase de cosas que le alegran a uno el día. Pero todo ese desenfado no puede ni debe servir para desdeñar el talento de quien ha sido, sin discusión alguna, uno de los músicos más brillantes de las últimas décadas. La clase de músico que rompe esquemas, cuya impronta, como la de Jimi Hendrix, no desaparecerá mientras en algún rincón del planeta haya una guitarra eléctrica conectada a un amplificador, en manos de algún chaval con ganas de hacer ruido y aprenderse solos de sus ídolos por el mero placer de aprenderse solos de sus ídolos. Hablamos de ese nivel de grandeza, de esa clase de influencia. Un hombre que cambia la historia de un instrumento musical es algo que no aparece todos los años, ni todas las décadas.
No diré que la noticia de su muerte es una completa sorpresa porque, por desgracia, hace mucho que sabíamos que el cáncer no lo dejaba tranquilo, y en este funesto 2020 había motivos para sospechar que su salud no iba nada bien. No se dejaba ver, y sus mensajes tranquilizadores en las redes no eran tan tranquilizadores con poco que uno pensara sobre ellos, aunque supongo que sus admiradores queríamos creer que eran imaginaciones nuestras. Aun así, me resulta extraño poner las palabras In memoriam justo al nombre Eddie Van Halen, un individuo al que no solamente considero un genio, sino que además es sinónimo de cosas que hacen que la vida merezca la pena ser vivida: música, alegría, intensidad. Puto 2020, ¿adónde se han ido los buenos tiempos?
Sensacional artículo. Y todo lo que dice es muy cierto.
Otra noticia al respecto:
Ismael Serrano, herido de gravedad mientras rendía homenaje a Van Halen a la guitarra
Lo del Ismael este lleva circulando desde la misma noche de la muerte de Eddie,y no me hacia gracia la bromita tan pronto,hoy me descojono...
A mí me hizo mucha gracia. No le hace daño a nadie, a su manera es un homenaje a la asombrosa técnica que tenía Eddie, y yo si fuera Ismael me descojonaría vivo. El humor siempre es necesario, incluso en momentos tan tristes.
El propio Eddie siempre mostraba una sonrisa, incluso en los últimos años estando ya batallando con esa maldita enfermedad, y le recordaremos siempre así, sonriendo.
no sé qué me resulta más chocante o ver a Eddie Van Halen y Corinna Larsen en la misma frase o Eddie e Ismael Serrano
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Trickfew
Mensajes : 7379 Fecha de inscripción : 02/02/2014 Localización : Puertollano
Mi anécdota favorita de Eddie Van Halen, que él mismo contó varias veces cuando recordaba su infancia, tiene que ver con sus clases de piano. Su padre, un músico holandés, se empeñó en que Eddie aprendiese piano clásico. A Eddie no le entusiasmaba la idea, y le producían particular pereza los metódicos ejercicios para aprender a leer partituras. Un día, su profesor se sentó a tocar una pieza y le pidió al pequeño Eddie que le ayudase pasando las páginas de la partitura. Resultó que Eddie no tenía la menor idea de cuándo pasar página, porque era incapaz de leer lo que ponía en los pentagramas. Se había pasado años aprendiéndose las piezas de oído para que su profesor no descubriese que no se había molestado en aprender a leer. Cuando su profesor tocaba algún ejercicio, él lo miraba, lo memorizaba y luego lo reproducía. Las partituras le resultaban inútiles. Lo mismo le sucedió tras haber ganado varios años seguidos un concurso infantil de piano. Cuando uno de los jurados le dijo que siempre lo votaban por su capacidad para improvisar sobre piezas clásicas, el pequeño Eddie no conseguía entender nada. Él se había aprendido todo de oído, y las «improvisaciones» no eran sino el producto de su indisciplina. Pero, como él mismo diría mucho más tarde, «A la mierda las normas. Si suena bien, ya está».
Eddie Van Halen era la clase de músico que aparece muy pocas veces. Cada instrumento musical tiene una historia compuesta por intérpretes virtuosos, compositores, diseñadores, incluso empresas. La guitarra, por ejemplo, nació en España: la vihuela del siglo XVI dio paso a la guitarra barroca del siglo VXII, y de esta surgió la guitarra clásica en el XIX. También aparecieron modalidades como la flamenca, la acústica con cuerdas de metal, la electroacústica, y la guitarra eléctrica. En cada modalidad y en cada género ha habido un pequeño número de pioneros o revolucionarios que en su momento sentaron las bases, o cambiaron la forma en que se interpretaba el instrumento en cada género. Como Francisco Tárrega y Andrés Segovia en la guitarra clásica, o Paco de Lucía en la guitarra flamenca.
La guitarra eléctrica tiene su propia historia. Durante la segunda mitad del siglo XX fue usada de diferentes maneras en diferentes estilos. En el jazz, por ejemplo, se desarrollaban con mucha profundidad las armonías y melodías, pero no se sacaba tanto jugo a las dinámicas físicas del instrumento. El blues o el rock eran más sencillos si nos fijamos en las armonías, pero se iba mucho más lejos en la exploración de las dinámicas, de las diferentes herramientas expresivas que podían obtenerse, hasta el punto de que la guitarra eléctrica en el jazz y la guitarra eléctrica en el rock llegaron a parecer dos instrumentos distintos, aunque técnicamente fuesen el mismo.
¿Quién fue Eddie Van Halen? Dentro de la corriente de la guitarra blues rock, podríamos decir que los bluesmen y gente como Chuck Berry fueron el equivalente de los filósofos griegos, fueron quienes sentaron las bases. Jimi Hendrix fue Isaac Newton, el hombre que cambió el paradigma y cuya revolución parecía definitiva. Y Eddie Van Halen fue Albert Einstein, el hombre que, cuando parecía que Hendrix ya se había encargado de dirigir la guitarra eléctrica hacia una dirección, demostró que todavía quedaban caminos por abrir. Esa es, básicamente, la impronta de los genios. Eddie Van Halen inició su revolución a finales de los años setenta, cuando no había transcurrido ni una década desde la temprana muerte de Hendrix. Desde entonces, ha habido grandes virtuosos, ha habido guitarristas capaces de sorprender con técnicas increíblemente complicadas, pero no ha habido ninguno que haya sido capaz de sacudir los cimientos del instrumento como lo hicieron Hendrix y Van Halen. Ninguno.
Para comprobarlo, basta ponerse a buscar quiénes eran considerados los guitarristas eléctricos punteros en 1977, y escuchar lo que hacían. Y después, escuchar lo que ese mismo año tocaba en su ciudad, Pasadena, un chaval de veintidós años que aún estaba a unos cuantos meses de la fama. No se trata de que Eddie fuese mejor o peor que otros guitarristas, porque la música no es (o no debería ser) una competición, en especial cuando hablamos de músicos de primer nivel que se complementan, que llenan los espacios que no llenan otros, y a la inversa. Pero es obvio que, en 1977, y en uno de sus últimos conciertos como músico desconocido, Eddie Van Halen estaba haciendo cosas que a otros guitarristas de la época, incluso a los más consagrados, ni se les había pasado por la cabeza. Estaba tocando de una manera nueva. De hecho, aunque a Eddie no lo conocían nada más que entre la juventud de su ciudad, en el grupo ya le dejaban un espacio en los conciertos para que demostrase que estaba hecho de otra pasta. Insisto: era 1977 y Eddie tenía veintidós años.
No mucho después, los guitarristas consagrados del rock tendrían ocasión de asistir boquiabiertos al ascenso del fenómeno. Pilló a todo el mundo con la guardia baja. También al público. Henry Rollins contaba que siendo adolescente acudió a ver un concierto de Ted Nugent, uno de sus ídolos, y los teloneros eran cuatro veinteañeros californianos de los que casi nadie había oído hablar: «Recuerdo muy bien que cuando Eddie tocó “Eruption”, todo el público estaba incrédulo». Los veinteañeros terminaron su concierto y el público, enfervorecido, empezó a corear el nombre del grupo: «¡Van Halen! ¡Van Halen!». Y seguían coreando cuando Nugent salió al escenario para empezar su propio concierto. Algo que a Nugent no le gustó nada, pues dijo por el micrófono: «Fuck Van Halen!» y se pasó el resto del tiempo tocando con mala cara y la mirada clavada en el suelo.
Por desgracia, apenas existen imágenes decentes de aquellos tiempos. Ni siquiera está bien documentada visualmente la primera gira importante que Van Halen hicieron como teloneros de Black Sabbath, pero sí ha habido muchísimos testimonios de asistentes a aquellos conciertos que han contado una y otra vez cómo los californianos ponían patas abajo el recinto, cómo les robaban el protagonismo a los cabezas de cartel, y cómo Eddie causaba estupor con su manera de tocar la guitarra. Ojeando las escasas filmaciones que se han conservado de 1978, es fácil entender por qué el público veía a Eddie Van Halen haciendo sus volcánicos solos y tenía la sensación de estar contemplando algo nuevo, algo colosal, excitante y nunca visto. Un ejemplo. Otro ejemplo. Y un ejemplo más.
El peculiar estilo de Eddie era una mutación inesperada de unas influencias que, por sí mismas, nunca hubiesen permitido prever semejante supernova. El gran ídolo de Eddie era Eric Clapton, y Eddie siempre decía que la grabación que más le había influido eran las improvisaciones que hacía Clapton en la versión en directo de «I’m So Glad» que aparecía en el disco Goodbye de Cream. Aunque es fácil ver ahí las raíces de su estilo, es obvio que Eddie era otro paso evolutivo. Al igual que aparecen especies nuevas en la biología, Eddie era una nueva especie dominante en el ecosistema de los guitarristas. No habían transcurrido ni diez años entre el Goodbye y Eddie había adelantado por la izquierda a los propios ídolos.
«Eruption» y la famosa técnica del tapping —que Eddie no inventó, pero sí transformó lo que era una mera anécdota en todo un nuevo lenguaje— trastornaron a toda una generación de chavales que estaban aprendiendo a tocar por entonces. Van Halen propició el nacimiento de toda una nueva casta de guitarristas, los shredders. Ya saben, muy volcados en la velocidad y las peripecias técnicas. Todos esos guitarristas se han inspirado en él, porque, a partir de 1980, es casi imposible que surgiese un guitarrista de rock medianamente técnico que, queriéndolo o sin querer, no hubiese crecido bajo la influencia directa o indirecta de Eddie Van Halen. Pero Eddie siempre ha sonado diferente y reconocible entre todos sus discípulos porque, para él, la velocidad y la pirotecnia no eran un objetivo, sino el resultado de su pasión y su intensidad, de su manera de aproximarse al instrumento. El amor que sentía por la guitarra eléctrica algo que podía percibirse en cada nota. Era un guitarrista de una expresividad alucinante, cosa que muchos otros pierden con la velocidad. Uno de mis solos favoritos es el que hizo en «Feel Love Your Love Tonight», que es como una pequeña canción dentro de la canción en sí, con la vocecita de la guitarra contando su propia historia. O qué decir de sus fascinantes guitarras rítmicas; sus solos son sensacionales, por descontado, pero, ¿qué decir de sus imaginativos, originales, exquisitos acompañamientos? Por ejemplo, en «Top Jimmy», una canción en donde las rítmicas ¡son mucho mejores que el solo! Y tampoco se puede olvidar su faceta como compositor, que, cuando le daba la gana, demostraba que su inspiración iba mucho más allá del hard rock. En fin, solo hay que rebuscar en las redes y ver la manera en que famosos guitarristas de rock están reaccionando a la muerte de Eddie: con una común sensación de orfandad. Ellos eran perfectamente conscientes de la magnitud del talento de Eddie, y de su extraordinaria importancia en la evolución del instrumento.
Es posible —bueno, me consta que sucede— que haya quien no termine de apreciar la grandeza de Eddie Van Halen, por el hecho de que se hizo célebre con un grupo que tenía una imagen festiva, cuyo desenfado y humor eran dos rasgos característicos. Para colmo, muchos fans de Van Halen preferimos justo esa etapa inicial menos «seria», que es donde, creo yo, hicieron su música más convincente, porque, al menos en mi cabeza, todo lo asociado con Eddie Van Halen y su música es sinónimo de colorido, entusiasmo, alegría. Todos hemos visto a Eddie sonriendo durante el solo de «Jump», con esa actitud de «eh, mira lo que sé hacer», como si estuviese en una fiesta con amigos. O haciendo el solo de «Hot for Teacher» mientras camina por una mesa de biblioteca. La clase de cosas que le alegran a uno el día. Pero todo ese desenfado no puede ni debe servir para desdeñar el talento de quien ha sido, sin discusión alguna, uno de los músicos más brillantes de las últimas décadas. La clase de músico que rompe esquemas, cuya impronta, como la de Jimi Hendrix, no desaparecerá mientras en algún rincón del planeta haya una guitarra eléctrica conectada a un amplificador, en manos de algún chaval con ganas de hacer ruido y aprenderse solos de sus ídolos por el mero placer de aprenderse solos de sus ídolos. Hablamos de ese nivel de grandeza, de esa clase de influencia. Un hombre que cambia la historia de un instrumento musical es algo que no aparece todos los años, ni todas las décadas.
No diré que la noticia de su muerte es una completa sorpresa porque, por desgracia, hace mucho que sabíamos que el cáncer no lo dejaba tranquilo, y en este funesto 2020 había motivos para sospechar que su salud no iba nada bien. No se dejaba ver, y sus mensajes tranquilizadores en las redes no eran tan tranquilizadores con poco que uno pensara sobre ellos, aunque supongo que sus admiradores queríamos creer que eran imaginaciones nuestras. Aun así, me resulta extraño poner las palabras In memoriam justo al nombre Eddie Van Halen, un individuo al que no solamente considero un genio, sino que además es sinónimo de cosas que hacen que la vida merezca la pena ser vivida: música, alegría, intensidad. Puto 2020, ¿adónde se han ido los buenos tiempos?
Sensacional artículo. Y todo lo que dice es muy cierto.
Otra noticia al respecto:
Ismael Serrano, herido de gravedad mientras rendía homenaje a Van Halen a la guitarra
Estáis de enhorabuena...sus caminos se han cruzado en 2020 pandémico. Han sacado juntos una canción que irá en el disco de la superoperada ex Olé Olé en su nuevo proyecto, de nombre OLÉ 'STAR.
El Heavy chungo y POP hortera/antíguo, juntos para ti.