...Intento estar desconectado de las noticias estás semanas. Que si Begoña, que si el novio de Ayuso, que si la Montero dijo o el Feijeta respondió....pero hace un rato en la radio del coche hablaban de una concentración de fans/groupis de Sánchez pidiendo....Porfa, no te vayas, no nos dejes....
Creo que es para mañana.
La gente tiene tan pocas cosas que hacer con su vida para prestarse a esto?
Joder!!!!
Ni cobrando iría yo a dar la cara por un político y mucho menos por este tío.
Esto con Franco....SI PASABA!!!
Hace unos días en Corea del Norte sacaron una canción en apoyo de su líder y luz que los guía . Si no fuera porque tienen cara de estreñidos estos coreanos parecerían ordas de gente delante de Ferraz o Génova . Vaya panda de gilipollas unos y otros actuando como descerebrados Cheerleaders.
Yo sigo muy intrigado con lo que hay en ese móvil . La tecnología israelí hace que los israelitas sepan exactamente que había ahí dentro aunque digan que cuando venden el programa Pegasus ellos no pueden ver nada . Ya, ya , créetelo por los cojones ...
A Sánchez creo que quizás el menor de sus problemas es demostrarle a su mujer que se empalma cada vez que piensa en ella ,creo que no es casualidad que tanto apoyo a Palestina a los "otros" les haya tocado mucho los cojones y hayan "desempolvado " el rar donde debían tener guardado el archivo "Pedroelguapo.rar"
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. "Tiene menos arte que cualquiera de nosotros con dos cubatas en un karaoke"
LOU RIP Forum Punisher
Mensajes : 69882 Fecha de inscripción : 27/02/2013 Edad : 58 Localización : Portugalete-Estonia
...Intento estar desconectado de las noticias estás semanas. Que si Begoña, que si el novio de Ayuso, que si la Montero dijo o el Feijeta respondió....pero hace un rato en la radio del coche hablaban de una concentración de fans/groupis de Sánchez pidiendo....Porfa, no te vayas, no nos dejes....
Creo que es para mañana.
La gente tiene tan pocas cosas que hacer con su vida para prestarse a esto?
Joder!!!!
Ni cobrando iría yo a dar la cara por un político y mucho menos por este tío.
Esto con Franco....SI PASABA!!!
No es por un político cualquiera, es por uno que está enamorado.
...Intento estar desconectado de las noticias estás semanas. Que si Begoña, que si el novio de Ayuso, que si la Montero dijo o el Feijeta respondió....pero hace un rato en la radio del coche hablaban de una concentración de fans/groupis de Sánchez pidiendo....Porfa, no te vayas, no nos dejes....
Creo que es para mañana.
La gente tiene tan pocas cosas que hacer con su vida para prestarse a esto?
Joder!!!!
Ni cobrando iría yo a dar la cara por un político y mucho menos por este tío.
Esto con Franco....SI PASABA!!!
No es por un político cualquiera, es por uno que está enamorado.
...Intento estar desconectado de las noticias estás semanas. Que si Begoña, que si el novio de Ayuso, que si la Montero dijo o el Feijeta respondió....pero hace un rato en la radio del coche hablaban de una concentración de fans/groupis de Sánchez pidiendo....Porfa, no te vayas, no nos dejes....
Creo que es para mañana.
La gente tiene tan pocas cosas que hacer con su vida para prestarse a esto?
Joder!!!!
Ni cobrando iría yo a dar la cara por un político y mucho menos por este tío.
Esto con Franco....SI PASABA!!!
No es por un político cualquiera, es por uno que está enamorado.
...Intento estar desconectado de las noticias estás semanas. Que si Begoña, que si el novio de Ayuso, que si la Montero dijo o el Feijeta respondió....pero hace un rato en la radio del coche hablaban de una concentración de fans/groupis de Sánchez pidiendo....Porfa, no te vayas, no nos dejes....
Creo que es para mañana.
La gente tiene tan pocas cosas que hacer con su vida para prestarse a esto?
Joder!!!!
Ni cobrando iría yo a dar la cara por un político y mucho menos por este tío.
Esto con Franco....SI PASABA!!!
No es por un político cualquiera, es por uno que está enamorado.
Pues al final Sánchez se queda, menuda maniobra la que ha hecho, esto lo hubieran hecho Obama o Bill Clinton y los republicanos hubierán ido directamente a la yugular.... Pero es que señores, no nos equivoquemos, a mi Feijoo tampoco me gusta, tenemos (creo yo) la peor clase política del último medio siglo (Por lo menos)
Cutix THE FANGORIAN
Mensajes : 22569 Fecha de inscripción : 21/11/2013
Pues con esa cara lo tendrá complicado. Con los mosquetones que lleva en las orejas se me ocurren montones de cosas que hacer en mi trabajo. Que charlatán el menda, además de horrible de ver. (Candidato a ser mi yerno por escupir para arriba)
LOU RIP Forum Punisher
Mensajes : 69882 Fecha de inscripción : 27/02/2013 Edad : 58 Localización : Portugalete-Estonia
Este verano, mi familia y yo nos mudamos a Madrid. Dejamos Barcelona tras 12 años, así que las del próximo domingo serán mis últimas elecciones catalanas. En este tiempo habré votado como setecientas veces en autonómicas, y en cada fiesta de la democracia he sentido que votaba para nada. Dejo aquí buenos amigos, recuerdos intensos y el lugar de nacimiento de mis dos hijos, Alejandro y Alicia, además de una colección de postales en las que se me ve descubriendo que el amor duradero no es ninguna renuncia, sino el requisito para una vida con sentido. Por amor permanecí cuando me daban ganas de irme, y con amor nos vamos a la siguiente etapa todos juntos. En Cataluña hay una epidemia que se llama “política”. La epidemia tiene valles en los que te olvidas y picos en los que se cuela en las casas. Por eso detesto a Pedro Sánchez: nos exige ser políticos hasta reventar. Su supervivencia depende de que politicemos nuestra vida y la de los demás y lo veamos todo a través del conflicto. Me recuerda demasiado a lo que aquí es habitual. En Barcelona he visto nacer y desaparecer líderes que mentían con desparpajo en la cara de electores que, en el fondo, estaban encantados con la estafa si a cambio les daban un sentimiento de superioridad sobre los otros. He pasado junto a multitudes que gritaban contra la prensa crítica, contra los jueces que investigan a políticos, y confundían "no me gusta" con "fascismo". Con pasmo aprendí que la propaganda más agresiva sirve como terapia ocupacional para abuelitas y que las dentaduras postizas dan una presencia fiera a las caras del manifestante; y también que los jóvenes siempre están dispuestos a marchar uniformados a cambio de no tener que pensar, y que la ciudad más cosmopolita puede ser, a la vez, pasto de la gentrificación y el provincianismo.
Conozco esta intensidad, la manía de convertir cada minucia en momento histórico; cada respuesta en una lección; cada sentimiento en un derecho. Conozco demasiado bien al típico líder que se presenta como la encarnación del pueblo y se coloca tras la gente cuando se le ataca, ese puño de hierro para soltar hostias, la mandíbula de cristal para recibirlas. También he visto cómo la disidencia es capaz de crear monstruos. Sé que, si el proceso de Sánchez para España no se detiene, romperá amistades, endurecerá familias, erosionará instituciones y se desinflará sin haber dejado nada útil. Queda por ver si el guerracivilismo español tiene tanta potencia como el nacionalismo, y tengo esperanzas de que no sea así. De cualquier forma, después de 12 años en Barcelona -¡estos últimos 12 años!- me sé de memoria la pantomima en la que todo se agita y nada se mueve, en la que todo marcha y nada va a ninguna parte. He visto torcerse muchas cosas sin que nada llegue siquiera a derrumbarse, y por aburrimiento he llegado a desear que todo colapsara de una puñetera vez.
Llegué a esta ciudad cuando Montilla era presidente, me enamoré cuando Artur Mas forzaba la máquina para desviar las sospechas de corrupción, me casé cuando empezaba el disparatado espectáculo puigdemoníaco y en este tiempo me crucé con diez diadas, las masivas y las frikis, y aprendí que la hiperventilación tribal deja muy poco oxígeno para que los demás puedan respirar. Hay plazas y calles que no se llaman como cuando llegué a vivir aquí: hoy homenajean actos ilegales. También he visto levantarse un museo del falseamiento histórico donde hubo un mercado, y he visitado un colegio público, planteándome si matricular a mi hijo, idea de la que he desertado al leer una placa en la puerta que rezaba: “Aquí votamos el uno de octubre, y ganamos”. Yendo como periodista al Parlament, que está al lado del zoo, he presenciado en la puerta a gente acribillada de banderas y pegatinas que llamaba “fascistas” y “colonos de mierda” a los diputados de Ciudadanos, el PP y también del PSC. Por eso, cuando el PSOE necesitó a ERC y Junts y decidió importar el 'procés', me repugnó que los golpeados hablasen de reconciliación, dispuestos a golpear a otros golpeados, mientras los agresores se beneficiaban de ello y juraban que lo volverán a hacer. Me voy sin que me pidan perdón y sin necesidad de que me pidan perdón, porque no me apetece perdonar. Vivo con mentalidad de mudanza y estas elecciones son para mí como el goteo del grifo viejo de la cocina de la casa de alquiler que dejaré: ya no es problema mío. Después del domingo, gobierne aquí Illa o Puigdemont, yo ya estaré en otra parte. Será un acto de libertad no conocer el nombre de ningún 'conseller', no saber quién manda en cada partido, no tener ni la más reputísima idea de lo que publica hoy 'El Punt Avui'. Me pasa en estas elecciones: no he visto ni un debate, y en la calle encuentro carteles de Junts que me bastan para saber que Puigdemont aparecerá en Barcelona antes del fin de campaña: en la foto sale metido en un coche.
Por castigar a Pedro Sánchez, el exportador de 'procés', el perdonador de 'procés', y darle una lección íntima por resarcir al delincuente que nos robó la cartera, Puigdemont es, de hecho, el único candidato al que me apetece votar. ¡Y ya no estaré aquí para aguantarlo!
Este verano, mi familia y yo nos mudamos a Madrid. Dejamos Barcelona tras 12 años, así que las del próximo domingo serán mis últimas elecciones catalanas. En este tiempo habré votado como setecientas veces en autonómicas, y en cada fiesta de la democracia he sentido que votaba para nada.
Me voy de Barcelona. Ganas me dan de votar a Puigdemont
Por Juan Soto Ivars
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Jefe Brody THE PUTO AMO
Mensajes : 4987 Fecha de inscripción : 19/05/2021 Edad : 56 Localización : Totana (Murcia)
Este verano, mi familia y yo nos mudamos a Madrid. Dejamos Barcelona tras 12 años, así que las del próximo domingo serán mis últimas elecciones catalanas. En este tiempo habré votado como setecientas veces en autonómicas, y en cada fiesta de la democracia he sentido que votaba para nada. Dejo aquí buenos amigos, recuerdos intensos y el lugar de nacimiento de mis dos hijos, Alejandro y Alicia, además de una colección de postales en las que se me ve descubriendo que el amor duradero no es ninguna renuncia, sino el requisito para una vida con sentido. Por amor permanecí cuando me daban ganas de irme, y con amor nos vamos a la siguiente etapa todos juntos. En Cataluña hay una epidemia que se llama “política”. La epidemia tiene valles en los que te olvidas y picos en los que se cuela en las casas. Por eso detesto a Pedro Sánchez: nos exige ser políticos hasta reventar. Su supervivencia depende de que politicemos nuestra vida y la de los demás y lo veamos todo a través del conflicto. Me recuerda demasiado a lo que aquí es habitual. En Barcelona he visto nacer y desaparecer líderes que mentían con desparpajo en la cara de electores que, en el fondo, estaban encantados con la estafa si a cambio les daban un sentimiento de superioridad sobre los otros. He pasado junto a multitudes que gritaban contra la prensa crítica, contra los jueces que investigan a políticos, y confundían "no me gusta" con "fascismo". Con pasmo aprendí que la propaganda más agresiva sirve como terapia ocupacional para abuelitas y que las dentaduras postizas dan una presencia fiera a las caras del manifestante; y también que los jóvenes siempre están dispuestos a marchar uniformados a cambio de no tener que pensar, y que la ciudad más cosmopolita puede ser, a la vez, pasto de la gentrificación y el provincianismo.
Conozco esta intensidad, la manía de convertir cada minucia en momento histórico; cada respuesta en una lección; cada sentimiento en un derecho. Conozco demasiado bien al típico líder que se presenta como la encarnación del pueblo y se coloca tras la gente cuando se le ataca, ese puño de hierro para soltar hostias, la mandíbula de cristal para recibirlas. También he visto cómo la disidencia es capaz de crear monstruos. Sé que, si el proceso de Sánchez para España no se detiene, romperá amistades, endurecerá familias, erosionará instituciones y se desinflará sin haber dejado nada útil. Queda por ver si el guerracivilismo español tiene tanta potencia como el nacionalismo, y tengo esperanzas de que no sea así. De cualquier forma, después de 12 años en Barcelona -¡estos últimos 12 años!- me sé de memoria la pantomima en la que todo se agita y nada se mueve, en la que todo marcha y nada va a ninguna parte. He visto torcerse muchas cosas sin que nada llegue siquiera a derrumbarse, y por aburrimiento he llegado a desear que todo colapsara de una puñetera vez.
Llegué a esta ciudad cuando Montilla era presidente, me enamoré cuando Artur Mas forzaba la máquina para desviar las sospechas de corrupción, me casé cuando empezaba el disparatado espectáculo puigdemoníaco y en este tiempo me crucé con diez diadas, las masivas y las frikis, y aprendí que la hiperventilación tribal deja muy poco oxígeno para que los demás puedan respirar. Hay plazas y calles que no se llaman como cuando llegué a vivir aquí: hoy homenajean actos ilegales. También he visto levantarse un museo del falseamiento histórico donde hubo un mercado, y he visitado un colegio público, planteándome si matricular a mi hijo, idea de la que he desertado al leer una placa en la puerta que rezaba: “Aquí votamos el uno de octubre, y ganamos”. Yendo como periodista al Parlament, que está al lado del zoo, he presenciado en la puerta a gente acribillada de banderas y pegatinas que llamaba “fascistas” y “colonos de mierda” a los diputados de Ciudadanos, el PP y también del PSC. Por eso, cuando el PSOE necesitó a ERC y Junts y decidió importar el 'procés', me repugnó que los golpeados hablasen de reconciliación, dispuestos a golpear a otros golpeados, mientras los agresores se beneficiaban de ello y juraban que lo volverán a hacer. Me voy sin que me pidan perdón y sin necesidad de que me pidan perdón, porque no me apetece perdonar. Vivo con mentalidad de mudanza y estas elecciones son para mí como el goteo del grifo viejo de la cocina de la casa de alquiler que dejaré: ya no es problema mío. Después del domingo, gobierne aquí Illa o Puigdemont, yo ya estaré en otra parte. Será un acto de libertad no conocer el nombre de ningún 'conseller', no saber quién manda en cada partido, no tener ni la más reputísima idea de lo que publica hoy 'El Punt Avui'. Me pasa en estas elecciones: no he visto ni un debate, y en la calle encuentro carteles de Junts que me bastan para saber que Puigdemont aparecerá en Barcelona antes del fin de campaña: en la foto sale metido en un coche.
Por castigar a Pedro Sánchez, el exportador de 'procés', el perdonador de 'procés', y darle una lección íntima por resarcir al delincuente que nos robó la cartera, Puigdemont es, de hecho, el único candidato al que me apetece votar. ¡Y ya no estaré aquí para aguantarlo!
Este verano, mi familia y yo nos mudamos a Madrid. Dejamos Barcelona tras 12 años, así que las del próximo domingo serán mis últimas elecciones catalanas. En este tiempo habré votado como setecientas veces en autonómicas, y en cada fiesta de la democracia he sentido que votaba para nada.
Me voy de Barcelona. Ganas me dan de votar a Puigdemont
Por Juan Soto Ivars
Que grande es este tipo. Brillante.
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Cris Van Zant
Mensajes : 34930 Fecha de inscripción : 25/09/2014
Este verano, mi familia y yo nos mudamos a Madrid. Dejamos Barcelona tras 12 años, así que las del próximo domingo serán mis últimas elecciones catalanas. En este tiempo habré votado como setecientas veces en autonómicas, y en cada fiesta de la democracia he sentido que votaba para nada. Dejo aquí buenos amigos, recuerdos intensos y el lugar de nacimiento de mis dos hijos, Alejandro y Alicia, además de una colección de postales en las que se me ve descubriendo que el amor duradero no es ninguna renuncia, sino el requisito para una vida con sentido. Por amor permanecí cuando me daban ganas de irme, y con amor nos vamos a la siguiente etapa todos juntos. En Cataluña hay una epidemia que se llama “política”. La epidemia tiene valles en los que te olvidas y picos en los que se cuela en las casas. Por eso detesto a Pedro Sánchez: nos exige ser políticos hasta reventar. Su supervivencia depende de que politicemos nuestra vida y la de los demás y lo veamos todo a través del conflicto. Me recuerda demasiado a lo que aquí es habitual. En Barcelona he visto nacer y desaparecer líderes que mentían con desparpajo en la cara de electores que, en el fondo, estaban encantados con la estafa si a cambio les daban un sentimiento de superioridad sobre los otros. He pasado junto a multitudes que gritaban contra la prensa crítica, contra los jueces que investigan a políticos, y confundían "no me gusta" con "fascismo". Con pasmo aprendí que la propaganda más agresiva sirve como terapia ocupacional para abuelitas y que las dentaduras postizas dan una presencia fiera a las caras del manifestante; y también que los jóvenes siempre están dispuestos a marchar uniformados a cambio de no tener que pensar, y que la ciudad más cosmopolita puede ser, a la vez, pasto de la gentrificación y el provincianismo.
Conozco esta intensidad, la manía de convertir cada minucia en momento histórico; cada respuesta en una lección; cada sentimiento en un derecho. Conozco demasiado bien al típico líder que se presenta como la encarnación del pueblo y se coloca tras la gente cuando se le ataca, ese puño de hierro para soltar hostias, la mandíbula de cristal para recibirlas. También he visto cómo la disidencia es capaz de crear monstruos. Sé que, si el proceso de Sánchez para España no se detiene, romperá amistades, endurecerá familias, erosionará instituciones y se desinflará sin haber dejado nada útil. Queda por ver si el guerracivilismo español tiene tanta potencia como el nacionalismo, y tengo esperanzas de que no sea así. De cualquier forma, después de 12 años en Barcelona -¡estos últimos 12 años!- me sé de memoria la pantomima en la que todo se agita y nada se mueve, en la que todo marcha y nada va a ninguna parte. He visto torcerse muchas cosas sin que nada llegue siquiera a derrumbarse, y por aburrimiento he llegado a desear que todo colapsara de una puñetera vez.
Llegué a esta ciudad cuando Montilla era presidente, me enamoré cuando Artur Mas forzaba la máquina para desviar las sospechas de corrupción, me casé cuando empezaba el disparatado espectáculo puigdemoníaco y en este tiempo me crucé con diez diadas, las masivas y las frikis, y aprendí que la hiperventilación tribal deja muy poco oxígeno para que los demás puedan respirar. Hay plazas y calles que no se llaman como cuando llegué a vivir aquí: hoy homenajean actos ilegales. También he visto levantarse un museo del falseamiento histórico donde hubo un mercado, y he visitado un colegio público, planteándome si matricular a mi hijo, idea de la que he desertado al leer una placa en la puerta que rezaba: “Aquí votamos el uno de octubre, y ganamos”. Yendo como periodista al Parlament, que está al lado del zoo, he presenciado en la puerta a gente acribillada de banderas y pegatinas que llamaba “fascistas” y “colonos de mierda” a los diputados de Ciudadanos, el PP y también del PSC. Por eso, cuando el PSOE necesitó a ERC y Junts y decidió importar el 'procés', me repugnó que los golpeados hablasen de reconciliación, dispuestos a golpear a otros golpeados, mientras los agresores se beneficiaban de ello y juraban que lo volverán a hacer. Me voy sin que me pidan perdón y sin necesidad de que me pidan perdón, porque no me apetece perdonar. Vivo con mentalidad de mudanza y estas elecciones son para mí como el goteo del grifo viejo de la cocina de la casa de alquiler que dejaré: ya no es problema mío. Después del domingo, gobierne aquí Illa o Puigdemont, yo ya estaré en otra parte. Será un acto de libertad no conocer el nombre de ningún 'conseller', no saber quién manda en cada partido, no tener ni la más reputísima idea de lo que publica hoy 'El Punt Avui'. Me pasa en estas elecciones: no he visto ni un debate, y en la calle encuentro carteles de Junts que me bastan para saber que Puigdemont aparecerá en Barcelona antes del fin de campaña: en la foto sale metido en un coche.
Por castigar a Pedro Sánchez, el exportador de 'procés', el perdonador de 'procés', y darle una lección íntima por resarcir al delincuente que nos robó la cartera, Puigdemont es, de hecho, el único candidato al que me apetece votar. ¡Y ya no estaré aquí para aguantarlo!
Este verano, mi familia y yo nos mudamos a Madrid. Dejamos Barcelona tras 12 años, así que las del próximo domingo serán mis últimas elecciones catalanas. En este tiempo habré votado como setecientas veces en autonómicas, y en cada fiesta de la democracia he sentido que votaba para nada.
Me voy de Barcelona. Ganas me dan de votar a Puigdemont
Por Juan Soto Ivars
Pues nada más que añadir, qué me vas a contar, sr. Juan Debería leerlo todo aquel que vive más allá del Ebro y piensa que aquí hay un conflicto con dos bandos y que piensa que todos debemos arrimar el hombro y bla bla bla...todavía hay quién piensa eso. Lo más triste es que se está exportando el procés a España y eso es terrible. Malos tiempos para la lírica. Buena suerte le deseo al "enfant terrible" en el Foro, seguro que, habiendo gilipollas en todos lados, se encuentra a menos que por aquí, no cabe uno más.
LOU RIP Forum Punisher
Mensajes : 69882 Fecha de inscripción : 27/02/2013 Edad : 58 Localización : Portugalete-Estonia
Este verano, mi familia y yo nos mudamos a Madrid. Dejamos Barcelona tras 12 años, así que las del próximo domingo serán mis últimas elecciones catalanas. En este tiempo habré votado como setecientas veces en autonómicas, y en cada fiesta de la democracia he sentido que votaba para nada. Dejo aquí buenos amigos, recuerdos intensos y el lugar de nacimiento de mis dos hijos, Alejandro y Alicia, además de una colección de postales en las que se me ve descubriendo que el amor duradero no es ninguna renuncia, sino el requisito para una vida con sentido. Por amor permanecí cuando me daban ganas de irme, y con amor nos vamos a la siguiente etapa todos juntos. En Cataluña hay una epidemia que se llama “política”. La epidemia tiene valles en los que te olvidas y picos en los que se cuela en las casas. Por eso detesto a Pedro Sánchez: nos exige ser políticos hasta reventar. Su supervivencia depende de que politicemos nuestra vida y la de los demás y lo veamos todo a través del conflicto. Me recuerda demasiado a lo que aquí es habitual. En Barcelona he visto nacer y desaparecer líderes que mentían con desparpajo en la cara de electores que, en el fondo, estaban encantados con la estafa si a cambio les daban un sentimiento de superioridad sobre los otros. He pasado junto a multitudes que gritaban contra la prensa crítica, contra los jueces que investigan a políticos, y confundían "no me gusta" con "fascismo". Con pasmo aprendí que la propaganda más agresiva sirve como terapia ocupacional para abuelitas y que las dentaduras postizas dan una presencia fiera a las caras del manifestante; y también que los jóvenes siempre están dispuestos a marchar uniformados a cambio de no tener que pensar, y que la ciudad más cosmopolita puede ser, a la vez, pasto de la gentrificación y el provincianismo.
Conozco esta intensidad, la manía de convertir cada minucia en momento histórico; cada respuesta en una lección; cada sentimiento en un derecho. Conozco demasiado bien al típico líder que se presenta como la encarnación del pueblo y se coloca tras la gente cuando se le ataca, ese puño de hierro para soltar hostias, la mandíbula de cristal para recibirlas. También he visto cómo la disidencia es capaz de crear monstruos. Sé que, si el proceso de Sánchez para España no se detiene, romperá amistades, endurecerá familias, erosionará instituciones y se desinflará sin haber dejado nada útil. Queda por ver si el guerracivilismo español tiene tanta potencia como el nacionalismo, y tengo esperanzas de que no sea así. De cualquier forma, después de 12 años en Barcelona -¡estos últimos 12 años!- me sé de memoria la pantomima en la que todo se agita y nada se mueve, en la que todo marcha y nada va a ninguna parte. He visto torcerse muchas cosas sin que nada llegue siquiera a derrumbarse, y por aburrimiento he llegado a desear que todo colapsara de una puñetera vez.
Llegué a esta ciudad cuando Montilla era presidente, me enamoré cuando Artur Mas forzaba la máquina para desviar las sospechas de corrupción, me casé cuando empezaba el disparatado espectáculo puigdemoníaco y en este tiempo me crucé con diez diadas, las masivas y las frikis, y aprendí que la hiperventilación tribal deja muy poco oxígeno para que los demás puedan respirar. Hay plazas y calles que no se llaman como cuando llegué a vivir aquí: hoy homenajean actos ilegales. También he visto levantarse un museo del falseamiento histórico donde hubo un mercado, y he visitado un colegio público, planteándome si matricular a mi hijo, idea de la que he desertado al leer una placa en la puerta que rezaba: “Aquí votamos el uno de octubre, y ganamos”. Yendo como periodista al Parlament, que está al lado del zoo, he presenciado en la puerta a gente acribillada de banderas y pegatinas que llamaba “fascistas” y “colonos de mierda” a los diputados de Ciudadanos, el PP y también del PSC. Por eso, cuando el PSOE necesitó a ERC y Junts y decidió importar el 'procés', me repugnó que los golpeados hablasen de reconciliación, dispuestos a golpear a otros golpeados, mientras los agresores se beneficiaban de ello y juraban que lo volverán a hacer. Me voy sin que me pidan perdón y sin necesidad de que me pidan perdón, porque no me apetece perdonar. Vivo con mentalidad de mudanza y estas elecciones son para mí como el goteo del grifo viejo de la cocina de la casa de alquiler que dejaré: ya no es problema mío. Después del domingo, gobierne aquí Illa o Puigdemont, yo ya estaré en otra parte. Será un acto de libertad no conocer el nombre de ningún 'conseller', no saber quién manda en cada partido, no tener ni la más reputísima idea de lo que publica hoy 'El Punt Avui'. Me pasa en estas elecciones: no he visto ni un debate, y en la calle encuentro carteles de Junts que me bastan para saber que Puigdemont aparecerá en Barcelona antes del fin de campaña: en la foto sale metido en un coche.
Por castigar a Pedro Sánchez, el exportador de 'procés', el perdonador de 'procés', y darle una lección íntima por resarcir al delincuente que nos robó la cartera, Puigdemont es, de hecho, el único candidato al que me apetece votar. ¡Y ya no estaré aquí para aguantarlo!
Este verano, mi familia y yo nos mudamos a Madrid. Dejamos Barcelona tras 12 años, así que las del próximo domingo serán mis últimas elecciones catalanas. En este tiempo habré votado como setecientas veces en autonómicas, y en cada fiesta de la democracia he sentido que votaba para nada.
Me voy de Barcelona. Ganas me dan de votar a Puigdemont
Por Juan Soto Ivars
Pues nada más que añadir, qué me vas a contar, sr. Juan Debería leerlo todo aquel que vive más allá del Ebro y piensa que aquí hay un conflicto con dos bandos y que piensa que todos debemos arrimar el hombro y bla bla bla...todavía hay quién piensa eso. Lo más triste es que se está exportando el procés a España y eso es terrible. Malos tiempos para la lírica. Buena suerte le deseo al "enfant terrible" en el Foro, seguro que, habiendo gilipollas en todos lados, se encuentra a menos que por aquí, no cabe uno más.
Lo terrible es lo que dices, el "conflicto catalán" está contagiando en todo el país.
Joder, vaya copia pega más cutre me ha salido con el móvil
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metal80
Mensajes : 1713 Fecha de inscripción : 15/07/2013 Edad : 55 Localización : Gijon
Este verano, mi familia y yo nos mudamos a Madrid. Dejamos Barcelona tras 12 años, así que las del próximo domingo serán mis últimas elecciones catalanas. En este tiempo habré votado como setecientas veces en autonómicas, y en cada fiesta de la democracia he sentido que votaba para nada. Dejo aquí buenos amigos, recuerdos intensos y el lugar de nacimiento de mis dos hijos, Alejandro y Alicia, además de una colección de postales en las que se me ve descubriendo que el amor duradero no es ninguna renuncia, sino el requisito para una vida con sentido. Por amor permanecí cuando me daban ganas de irme, y con amor nos vamos a la siguiente etapa todos juntos. En Cataluña hay una epidemia que se llama “política”. La epidemia tiene valles en los que te olvidas y picos en los que se cuela en las casas. Por eso detesto a Pedro Sánchez: nos exige ser políticos hasta reventar. Su supervivencia depende de que politicemos nuestra vida y la de los demás y lo veamos todo a través del conflicto. Me recuerda demasiado a lo que aquí es habitual. En Barcelona he visto nacer y desaparecer líderes que mentían con desparpajo en la cara de electores que, en el fondo, estaban encantados con la estafa si a cambio les daban un sentimiento de superioridad sobre los otros. He pasado junto a multitudes que gritaban contra la prensa crítica, contra los jueces que investigan a políticos, y confundían "no me gusta" con "fascismo". Con pasmo aprendí que la propaganda más agresiva sirve como terapia ocupacional para abuelitas y que las dentaduras postizas dan una presencia fiera a las caras del manifestante; y también que los jóvenes siempre están dispuestos a marchar uniformados a cambio de no tener que pensar, y que la ciudad más cosmopolita puede ser, a la vez, pasto de la gentrificación y el provincianismo.
Conozco esta intensidad, la manía de convertir cada minucia en momento histórico; cada respuesta en una lección; cada sentimiento en un derecho. Conozco demasiado bien al típico líder que se presenta como la encarnación del pueblo y se coloca tras la gente cuando se le ataca, ese puño de hierro para soltar hostias, la mandíbula de cristal para recibirlas. También he visto cómo la disidencia es capaz de crear monstruos. Sé que, si el proceso de Sánchez para España no se detiene, romperá amistades, endurecerá familias, erosionará instituciones y se desinflará sin haber dejado nada útil. Queda por ver si el guerracivilismo español tiene tanta potencia como el nacionalismo, y tengo esperanzas de que no sea así. De cualquier forma, después de 12 años en Barcelona -¡estos últimos 12 años!- me sé de memoria la pantomima en la que todo se agita y nada se mueve, en la que todo marcha y nada va a ninguna parte. He visto torcerse muchas cosas sin que nada llegue siquiera a derrumbarse, y por aburrimiento he llegado a desear que todo colapsara de una puñetera vez.
Llegué a esta ciudad cuando Montilla era presidente, me enamoré cuando Artur Mas forzaba la máquina para desviar las sospechas de corrupción, me casé cuando empezaba el disparatado espectáculo puigdemoníaco y en este tiempo me crucé con diez diadas, las masivas y las frikis, y aprendí que la hiperventilación tribal deja muy poco oxígeno para que los demás puedan respirar. Hay plazas y calles que no se llaman como cuando llegué a vivir aquí: hoy homenajean actos ilegales. También he visto levantarse un museo del falseamiento histórico donde hubo un mercado, y he visitado un colegio público, planteándome si matricular a mi hijo, idea de la que he desertado al leer una placa en la puerta que rezaba: “Aquí votamos el uno de octubre, y ganamos”. Yendo como periodista al Parlament, que está al lado del zoo, he presenciado en la puerta a gente acribillada de banderas y pegatinas que llamaba “fascistas” y “colonos de mierda” a los diputados de Ciudadanos, el PP y también del PSC. Por eso, cuando el PSOE necesitó a ERC y Junts y decidió importar el 'procés', me repugnó que los golpeados hablasen de reconciliación, dispuestos a golpear a otros golpeados, mientras los agresores se beneficiaban de ello y juraban que lo volverán a hacer. Me voy sin que me pidan perdón y sin necesidad de que me pidan perdón, porque no me apetece perdonar. Vivo con mentalidad de mudanza y estas elecciones son para mí como el goteo del grifo viejo de la cocina de la casa de alquiler que dejaré: ya no es problema mío. Después del domingo, gobierne aquí Illa o Puigdemont, yo ya estaré en otra parte. Será un acto de libertad no conocer el nombre de ningún 'conseller', no saber quién manda en cada partido, no tener ni la más reputísima idea de lo que publica hoy 'El Punt Avui'. Me pasa en estas elecciones: no he visto ni un debate, y en la calle encuentro carteles de Junts que me bastan para saber que Puigdemont aparecerá en Barcelona antes del fin de campaña: en la foto sale metido en un coche.
Por castigar a Pedro Sánchez, el exportador de 'procés', el perdonador de 'procés', y darle una lección íntima por resarcir al delincuente que nos robó la cartera, Puigdemont es, de hecho, el único candidato al que me apetece votar. ¡Y ya no estaré aquí para aguantarlo!
Este verano, mi familia y yo nos mudamos a Madrid. Dejamos Barcelona tras 12 años, así que las del próximo domingo serán mis últimas elecciones catalanas. En este tiempo habré votado como setecientas veces en autonómicas, y en cada fiesta de la democracia he sentido que votaba para nada.
Me voy de Barcelona. Ganas me dan de votar a Puigdemont
Por Juan Soto Ivars
Pues nada más que añadir, qué me vas a contar, sr. Juan Debería leerlo todo aquel que vive más allá del Ebro y piensa que aquí hay un conflicto con dos bandos y que piensa que todos debemos arrimar el hombro y bla bla bla...todavía hay quién piensa eso. Lo más triste es que se está exportando el procés a España y eso es terrible. Malos tiempos para la lírica. Buena suerte le deseo al "enfant terrible" en el Foro, seguro que, habiendo gilipollas en todos lados, se encuentra a menos que por aquí, no cabe uno más.
Lo terrible es lo que dices, el "conflicto catalán" está contagiando en todo el país.
Joder, vaya copia pega más cutre me ha salido con el móvil
Muy interesante la carta y muy triste ha de ser tenerte que largar de un sitio que te gusta por algo así, dejando atrás todo lo positivo que sin duda tiene. En cuanto a polarización... no sé lo que ocurrirá en otros paises, pero España es así desde que yo la conozco, y lo peor no es eso, si no que para quienes no están ni con A ni con B, el simple hehco de hablar con A (aunque sea del tiempo) le va a enfrentar con B. Yo eso no lo soporto. En todo caso, en España siempre hemos sido de Barón Rojo o de Obús, del Popu o del Ruta, del Sporting o del Oviedo. ¿Cómo se cura eso?
Este verano, mi familia y yo nos mudamos a Madrid. Dejamos Barcelona tras 12 años, así que las del próximo domingo serán mis últimas elecciones catalanas. En este tiempo habré votado como setecientas veces en autonómicas, y en cada fiesta de la democracia he sentido que votaba para nada. Dejo aquí buenos amigos, recuerdos intensos y el lugar de nacimiento de mis dos hijos, Alejandro y Alicia, además de una colección de postales en las que se me ve descubriendo que el amor duradero no es ninguna renuncia, sino el requisito para una vida con sentido. Por amor permanecí cuando me daban ganas de irme, y con amor nos vamos a la siguiente etapa todos juntos. En Cataluña hay una epidemia que se llama “política”. La epidemia tiene valles en los que te olvidas y picos en los que se cuela en las casas. Por eso detesto a Pedro Sánchez: nos exige ser políticos hasta reventar. Su supervivencia depende de que politicemos nuestra vida y la de los demás y lo veamos todo a través del conflicto. Me recuerda demasiado a lo que aquí es habitual. En Barcelona he visto nacer y desaparecer líderes que mentían con desparpajo en la cara de electores que, en el fondo, estaban encantados con la estafa si a cambio les daban un sentimiento de superioridad sobre los otros. He pasado junto a multitudes que gritaban contra la prensa crítica, contra los jueces que investigan a políticos, y confundían "no me gusta" con "fascismo". Con pasmo aprendí que la propaganda más agresiva sirve como terapia ocupacional para abuelitas y que las dentaduras postizas dan una presencia fiera a las caras del manifestante; y también que los jóvenes siempre están dispuestos a marchar uniformados a cambio de no tener que pensar, y que la ciudad más cosmopolita puede ser, a la vez, pasto de la gentrificación y el provincianismo.
Conozco esta intensidad, la manía de convertir cada minucia en momento histórico; cada respuesta en una lección; cada sentimiento en un derecho. Conozco demasiado bien al típico líder que se presenta como la encarnación del pueblo y se coloca tras la gente cuando se le ataca, ese puño de hierro para soltar hostias, la mandíbula de cristal para recibirlas. También he visto cómo la disidencia es capaz de crear monstruos. Sé que, si el proceso de Sánchez para España no se detiene, romperá amistades, endurecerá familias, erosionará instituciones y se desinflará sin haber dejado nada útil. Queda por ver si el guerracivilismo español tiene tanta potencia como el nacionalismo, y tengo esperanzas de que no sea así. De cualquier forma, después de 12 años en Barcelona -¡estos últimos 12 años!- me sé de memoria la pantomima en la que todo se agita y nada se mueve, en la que todo marcha y nada va a ninguna parte. He visto torcerse muchas cosas sin que nada llegue siquiera a derrumbarse, y por aburrimiento he llegado a desear que todo colapsara de una puñetera vez.
Llegué a esta ciudad cuando Montilla era presidente, me enamoré cuando Artur Mas forzaba la máquina para desviar las sospechas de corrupción, me casé cuando empezaba el disparatado espectáculo puigdemoníaco y en este tiempo me crucé con diez diadas, las masivas y las frikis, y aprendí que la hiperventilación tribal deja muy poco oxígeno para que los demás puedan respirar. Hay plazas y calles que no se llaman como cuando llegué a vivir aquí: hoy homenajean actos ilegales. También he visto levantarse un museo del falseamiento histórico donde hubo un mercado, y he visitado un colegio público, planteándome si matricular a mi hijo, idea de la que he desertado al leer una placa en la puerta que rezaba: “Aquí votamos el uno de octubre, y ganamos”. Yendo como periodista al Parlament, que está al lado del zoo, he presenciado en la puerta a gente acribillada de banderas y pegatinas que llamaba “fascistas” y “colonos de mierda” a los diputados de Ciudadanos, el PP y también del PSC. Por eso, cuando el PSOE necesitó a ERC y Junts y decidió importar el 'procés', me repugnó que los golpeados hablasen de reconciliación, dispuestos a golpear a otros golpeados, mientras los agresores se beneficiaban de ello y juraban que lo volverán a hacer. Me voy sin que me pidan perdón y sin necesidad de que me pidan perdón, porque no me apetece perdonar. Vivo con mentalidad de mudanza y estas elecciones son para mí como el goteo del grifo viejo de la cocina de la casa de alquiler que dejaré: ya no es problema mío. Después del domingo, gobierne aquí Illa o Puigdemont, yo ya estaré en otra parte. Será un acto de libertad no conocer el nombre de ningún 'conseller', no saber quién manda en cada partido, no tener ni la más reputísima idea de lo que publica hoy 'El Punt Avui'. Me pasa en estas elecciones: no he visto ni un debate, y en la calle encuentro carteles de Junts que me bastan para saber que Puigdemont aparecerá en Barcelona antes del fin de campaña: en la foto sale metido en un coche.
Por castigar a Pedro Sánchez, el exportador de 'procés', el perdonador de 'procés', y darle una lección íntima por resarcir al delincuente que nos robó la cartera, Puigdemont es, de hecho, el único candidato al que me apetece votar. ¡Y ya no estaré aquí para aguantarlo!
Este verano, mi familia y yo nos mudamos a Madrid. Dejamos Barcelona tras 12 años, así que las del próximo domingo serán mis últimas elecciones catalanas. En este tiempo habré votado como setecientas veces en autonómicas, y en cada fiesta de la democracia he sentido que votaba para nada.
Me voy de Barcelona. Ganas me dan de votar a Puigdemont
Por Juan Soto Ivars
Pues nada más que añadir, qué me vas a contar, sr. Juan Debería leerlo todo aquel que vive más allá del Ebro y piensa que aquí hay un conflicto con dos bandos y que piensa que todos debemos arrimar el hombro y bla bla bla...todavía hay quién piensa eso. Lo más triste es que se está exportando el procés a España y eso es terrible. Malos tiempos para la lírica. Buena suerte le deseo al "enfant terrible" en el Foro, seguro que, habiendo gilipollas en todos lados, se encuentra a menos que por aquí, no cabe uno más.
Lo terrible es lo que dices, el "conflicto catalán" está contagiando en todo el país.
Joder, vaya copia pega más cutre me ha salido con el móvil
Muy interesante la carta y muy triste ha de ser tenerte que largar de un sitio que te gusta por algo así, dejando atrás todo lo positivo que sin duda tiene. En cuanto a polarización... no sé lo que ocurrirá en otros paises, pero España es así desde que yo la conozco, y lo peor no es eso, si no que para quienes no están ni con A ni con B, el simple hehco de hablar con A (aunque sea del tiempo) le va a enfrentar con B. Yo eso no lo soporto. En todo caso, en España siempre hemos sido de Barón Rojo o de Obús, del Popu o del Ruta, del Sporting o del Oviedo. ¿Cómo se cura eso?
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Jefe Brody THE PUTO AMO
Mensajes : 4987 Fecha de inscripción : 19/05/2021 Edad : 56 Localización : Totana (Murcia)
Lo terrible es lo que dices, el "conflicto catalán" está contagiando en todo el país.
Joder, vaya copia pega más cutre me ha salido con el móvil
Muy interesante la carta y muy triste ha de ser tenerte que largar de un sitio que te gusta por algo así, dejando atrás todo lo positivo que sin duda tiene. En cuanto a polarización... no sé lo que ocurrirá en otros paises, pero España es así desde que yo la conozco, y lo peor no es eso, si no que para quienes no están ni con A ni con B, el simple hehco de hablar con A (aunque sea del tiempo) le va a enfrentar con B. Yo eso no lo soporto. En todo caso, en España siempre hemos sido de Barón Rojo o de Obús, del Popu o del Ruta, del Sporting o del Oviedo. ¿Cómo se cura eso?
Siempre se ha dicho que hay una tercera España que está hasta los cojones de las otras dos.
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LOU RIP Forum Punisher
Mensajes : 69882 Fecha de inscripción : 27/02/2013 Edad : 58 Localización : Portugalete-Estonia
Muy interesante la carta y muy triste ha de ser tenerte que largar de un sitio que te gusta por algo así, dejando atrás todo lo positivo que sin duda tiene. En cuanto a polarización... no sé lo que ocurrirá en otros paises, pero España es así desde que yo la conozco, y lo peor no es eso, si no que para quienes no están ni con A ni con B, el simple hehco de hablar con A (aunque sea del tiempo) le va a enfrentar con B. Yo eso no lo soporto. En todo caso, en España siempre hemos sido de Barón Rojo o de Obús, del Popu o del Ruta, del Sporting o del Oviedo. ¿Cómo se cura eso?
Siempre se ha dicho que hay una tercera España que está hasta los cojones de las otras dos.
No conocía ésto último Jefe, me lo apunto, me gusta,
_________________ "Aquí tergiversan las cosas...que ni en el Marca"
Cris Van Zant
Mensajes : 34930 Fecha de inscripción : 25/09/2014
Este verano, mi familia y yo nos mudamos a Madrid. Dejamos Barcelona tras 12 años, así que las del próximo domingo serán mis últimas elecciones catalanas. En este tiempo habré votado como setecientas veces en autonómicas, y en cada fiesta de la democracia he sentido que votaba para nada. Dejo aquí buenos amigos, recuerdos intensos y el lugar de nacimiento de mis dos hijos, Alejandro y Alicia, además de una colección de postales en las que se me ve descubriendo que el amor duradero no es ninguna renuncia, sino el requisito para una vida con sentido. Por amor permanecí cuando me daban ganas de irme, y con amor nos vamos a la siguiente etapa todos juntos. En Cataluña hay una epidemia que se llama “política”. La epidemia tiene valles en los que te olvidas y picos en los que se cuela en las casas. Por eso detesto a Pedro Sánchez: nos exige ser políticos hasta reventar. Su supervivencia depende de que politicemos nuestra vida y la de los demás y lo veamos todo a través del conflicto. Me recuerda demasiado a lo que aquí es habitual. En Barcelona he visto nacer y desaparecer líderes que mentían con desparpajo en la cara de electores que, en el fondo, estaban encantados con la estafa si a cambio les daban un sentimiento de superioridad sobre los otros. He pasado junto a multitudes que gritaban contra la prensa crítica, contra los jueces que investigan a políticos, y confundían "no me gusta" con "fascismo". Con pasmo aprendí que la propaganda más agresiva sirve como terapia ocupacional para abuelitas y que las dentaduras postizas dan una presencia fiera a las caras del manifestante; y también que los jóvenes siempre están dispuestos a marchar uniformados a cambio de no tener que pensar, y que la ciudad más cosmopolita puede ser, a la vez, pasto de la gentrificación y el provincianismo.
Conozco esta intensidad, la manía de convertir cada minucia en momento histórico; cada respuesta en una lección; cada sentimiento en un derecho. Conozco demasiado bien al típico líder que se presenta como la encarnación del pueblo y se coloca tras la gente cuando se le ataca, ese puño de hierro para soltar hostias, la mandíbula de cristal para recibirlas. También he visto cómo la disidencia es capaz de crear monstruos. Sé que, si el proceso de Sánchez para España no se detiene, romperá amistades, endurecerá familias, erosionará instituciones y se desinflará sin haber dejado nada útil. Queda por ver si el guerracivilismo español tiene tanta potencia como el nacionalismo, y tengo esperanzas de que no sea así. De cualquier forma, después de 12 años en Barcelona -¡estos últimos 12 años!- me sé de memoria la pantomima en la que todo se agita y nada se mueve, en la que todo marcha y nada va a ninguna parte. He visto torcerse muchas cosas sin que nada llegue siquiera a derrumbarse, y por aburrimiento he llegado a desear que todo colapsara de una puñetera vez.
Llegué a esta ciudad cuando Montilla era presidente, me enamoré cuando Artur Mas forzaba la máquina para desviar las sospechas de corrupción, me casé cuando empezaba el disparatado espectáculo puigdemoníaco y en este tiempo me crucé con diez diadas, las masivas y las frikis, y aprendí que la hiperventilación tribal deja muy poco oxígeno para que los demás puedan respirar. Hay plazas y calles que no se llaman como cuando llegué a vivir aquí: hoy homenajean actos ilegales. También he visto levantarse un museo del falseamiento histórico donde hubo un mercado, y he visitado un colegio público, planteándome si matricular a mi hijo, idea de la que he desertado al leer una placa en la puerta que rezaba: “Aquí votamos el uno de octubre, y ganamos”. Yendo como periodista al Parlament, que está al lado del zoo, he presenciado en la puerta a gente acribillada de banderas y pegatinas que llamaba “fascistas” y “colonos de mierda” a los diputados de Ciudadanos, el PP y también del PSC. Por eso, cuando el PSOE necesitó a ERC y Junts y decidió importar el 'procés', me repugnó que los golpeados hablasen de reconciliación, dispuestos a golpear a otros golpeados, mientras los agresores se beneficiaban de ello y juraban que lo volverán a hacer. Me voy sin que me pidan perdón y sin necesidad de que me pidan perdón, porque no me apetece perdonar. Vivo con mentalidad de mudanza y estas elecciones son para mí como el goteo del grifo viejo de la cocina de la casa de alquiler que dejaré: ya no es problema mío. Después del domingo, gobierne aquí Illa o Puigdemont, yo ya estaré en otra parte. Será un acto de libertad no conocer el nombre de ningún 'conseller', no saber quién manda en cada partido, no tener ni la más reputísima idea de lo que publica hoy 'El Punt Avui'. Me pasa en estas elecciones: no he visto ni un debate, y en la calle encuentro carteles de Junts que me bastan para saber que Puigdemont aparecerá en Barcelona antes del fin de campaña: en la foto sale metido en un coche.
Por castigar a Pedro Sánchez, el exportador de 'procés', el perdonador de 'procés', y darle una lección íntima por resarcir al delincuente que nos robó la cartera, Puigdemont es, de hecho, el único candidato al que me apetece votar. ¡Y ya no estaré aquí para aguantarlo!
Este verano, mi familia y yo nos mudamos a Madrid. Dejamos Barcelona tras 12 años, así que las del próximo domingo serán mis últimas elecciones catalanas. En este tiempo habré votado como setecientas veces en autonómicas, y en cada fiesta de la democracia he sentido que votaba para nada.
Me voy de Barcelona. Ganas me dan de votar a Puigdemont
Por Juan Soto Ivars
Que grande es este tipo. Brillante.
Grande, sí. Despañññia.
El pavo se las pira no sin antes desearnos lo peor a todos los catalanes, incluyendo a la mayoría no independentista, gran parte de la cual piensa como él.
A eso le llamo yo irse con elegancia.
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Cris Van Zant
Mensajes : 34930 Fecha de inscripción : 25/09/2014
Este verano, mi familia y yo nos mudamos a Madrid. Dejamos Barcelona tras 12 años, así que las del próximo domingo serán mis últimas elecciones catalanas. En este tiempo habré votado como setecientas veces en autonómicas, y en cada fiesta de la democracia he sentido que votaba para nada. Dejo aquí buenos amigos, recuerdos intensos y el lugar de nacimiento de mis dos hijos, Alejandro y Alicia, además de una colección de postales en las que se me ve descubriendo que el amor duradero no es ninguna renuncia, sino el requisito para una vida con sentido. Por amor permanecí cuando me daban ganas de irme, y con amor nos vamos a la siguiente etapa todos juntos. En Cataluña hay una epidemia que se llama “política”. La epidemia tiene valles en los que te olvidas y picos en los que se cuela en las casas. Por eso detesto a Pedro Sánchez: nos exige ser políticos hasta reventar. Su supervivencia depende de que politicemos nuestra vida y la de los demás y lo veamos todo a través del conflicto. Me recuerda demasiado a lo que aquí es habitual. En Barcelona he visto nacer y desaparecer líderes que mentían con desparpajo en la cara de electores que, en el fondo, estaban encantados con la estafa si a cambio les daban un sentimiento de superioridad sobre los otros. He pasado junto a multitudes que gritaban contra la prensa crítica, contra los jueces que investigan a políticos, y confundían "no me gusta" con "fascismo". Con pasmo aprendí que la propaganda más agresiva sirve como terapia ocupacional para abuelitas y que las dentaduras postizas dan una presencia fiera a las caras del manifestante; y también que los jóvenes siempre están dispuestos a marchar uniformados a cambio de no tener que pensar, y que la ciudad más cosmopolita puede ser, a la vez, pasto de la gentrificación y el provincianismo.
Conozco esta intensidad, la manía de convertir cada minucia en momento histórico; cada respuesta en una lección; cada sentimiento en un derecho. Conozco demasiado bien al típico líder que se presenta como la encarnación del pueblo y se coloca tras la gente cuando se le ataca, ese puño de hierro para soltar hostias, la mandíbula de cristal para recibirlas. También he visto cómo la disidencia es capaz de crear monstruos. Sé que, si el proceso de Sánchez para España no se detiene, romperá amistades, endurecerá familias, erosionará instituciones y se desinflará sin haber dejado nada útil. Queda por ver si el guerracivilismo español tiene tanta potencia como el nacionalismo, y tengo esperanzas de que no sea así. De cualquier forma, después de 12 años en Barcelona -¡estos últimos 12 años!- me sé de memoria la pantomima en la que todo se agita y nada se mueve, en la que todo marcha y nada va a ninguna parte. He visto torcerse muchas cosas sin que nada llegue siquiera a derrumbarse, y por aburrimiento he llegado a desear que todo colapsara de una puñetera vez.
Llegué a esta ciudad cuando Montilla era presidente, me enamoré cuando Artur Mas forzaba la máquina para desviar las sospechas de corrupción, me casé cuando empezaba el disparatado espectáculo puigdemoníaco y en este tiempo me crucé con diez diadas, las masivas y las frikis, y aprendí que la hiperventilación tribal deja muy poco oxígeno para que los demás puedan respirar. Hay plazas y calles que no se llaman como cuando llegué a vivir aquí: hoy homenajean actos ilegales. También he visto levantarse un museo del falseamiento histórico donde hubo un mercado, y he visitado un colegio público, planteándome si matricular a mi hijo, idea de la que he desertado al leer una placa en la puerta que rezaba: “Aquí votamos el uno de octubre, y ganamos”. Yendo como periodista al Parlament, que está al lado del zoo, he presenciado en la puerta a gente acribillada de banderas y pegatinas que llamaba “fascistas” y “colonos de mierda” a los diputados de Ciudadanos, el PP y también del PSC. Por eso, cuando el PSOE necesitó a ERC y Junts y decidió importar el 'procés', me repugnó que los golpeados hablasen de reconciliación, dispuestos a golpear a otros golpeados, mientras los agresores se beneficiaban de ello y juraban que lo volverán a hacer. Me voy sin que me pidan perdón y sin necesidad de que me pidan perdón, porque no me apetece perdonar. Vivo con mentalidad de mudanza y estas elecciones son para mí como el goteo del grifo viejo de la cocina de la casa de alquiler que dejaré: ya no es problema mío. Después del domingo, gobierne aquí Illa o Puigdemont, yo ya estaré en otra parte. Será un acto de libertad no conocer el nombre de ningún 'conseller', no saber quién manda en cada partido, no tener ni la más reputísima idea de lo que publica hoy 'El Punt Avui'. Me pasa en estas elecciones: no he visto ni un debate, y en la calle encuentro carteles de Junts que me bastan para saber que Puigdemont aparecerá en Barcelona antes del fin de campaña: en la foto sale metido en un coche.
Por castigar a Pedro Sánchez, el exportador de 'procés', el perdonador de 'procés', y darle una lección íntima por resarcir al delincuente que nos robó la cartera, Puigdemont es, de hecho, el único candidato al que me apetece votar. ¡Y ya no estaré aquí para aguantarlo!
Este verano, mi familia y yo nos mudamos a Madrid. Dejamos Barcelona tras 12 años, así que las del próximo domingo serán mis últimas elecciones catalanas. En este tiempo habré votado como setecientas veces en autonómicas, y en cada fiesta de la democracia he sentido que votaba para nada.
Me voy de Barcelona. Ganas me dan de votar a Puigdemont
Por Juan Soto Ivars
Que grande es este tipo. Brillante.
Grande, sí. Despañññia.
El pavo se las pira no sin antes desearnos lo peor a todos los catalanes, incluyendo a la mayoría no independentista, gran parte de la cual piensa como él.
A eso le llamo yo irse con elegancia.
No, hombre, por favor, no nos desea lo peor. Si no pillas la ironía de "me dan ganas de votar a Puigdemont" es que no has entendido nada.
El pavo se las pira no sin antes desearnos lo peor a todos los catalanes, incluyendo a la mayoría no independentista, gran parte de la cual piensa como él.
A eso le llamo yo irse con elegancia.
No, hombre, por favor, no nos desea lo peor. Si no pillas la ironía de "me dan ganas de votar a Puigdemont" es que no has entendido nada.
Vale, sí. Lo dice por lo de castigar a Pedro Sánchez, pero de paso nos jodería también a los demás. En el artículo da la sensación de que en 12 años solo ha interaccionado con independentistas.
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Cris Van Zant
Mensajes : 34930 Fecha de inscripción : 25/09/2014
El pavo se las pira no sin antes desearnos lo peor a todos los catalanes, incluyendo a la mayoría no independentista, gran parte de la cual piensa como él.
A eso le llamo yo irse con elegancia.
No, hombre, por favor, no nos desea lo peor. Si no pillas la ironía de "me dan ganas de votar a Puigdemont" es que no has entendido nada.
Vale, sí. Lo dice por lo de castigar a Pedro Sánchez, pero de paso nos jodería también a los demás. En el artículo da la sensación de que en 12 años solo ha interaccionado con independentistas.
Pensar que este tío va a a votar realmente a Puigdemont es el error. Algo que yo en mi casa el otro día solté también cuando hablando con mi mujer y improvisar una escapada el finde me dijo que no podríamos votar. Yo: "Bah, me la pela, total, me dan ganas de votar a Puigdemont" Evidentemente antes me tiro al río.
LOU RIP Forum Punisher
Mensajes : 69882 Fecha de inscripción : 27/02/2013 Edad : 58 Localización : Portugalete-Estonia
El pavo se las pira no sin antes desearnos lo peor a todos los catalanes, incluyendo a la mayoría no independentista, gran parte de la cual piensa como él.
A eso le llamo yo irse con elegancia.
No, hombre, por favor, no nos desea lo peor. Si no pillas la ironía de "me dan ganas de votar a Puigdemont" es que no has entendido nada.
Vale, sí. Lo dice por lo de castigar a Pedro Sánchez, pero de paso nos jodería también a los demás. En el artículo da la sensación de que en 12 años solo ha interaccionado con independentistas.
Pensar que este tío va a a votar realmente a Puigdemont es el error. Algo que yo en mi casa el otro día solté también cuando hablando con mi mujer y improvisar una escapada el finde me dijo que no podríamos votar. Yo: "Bah, me la pela, total, me dan ganas de votar a Puigdemont" Evidentemente antes me tiro al río.
Pocos articulistas como Ivars han caricaturizado el independentismo con tanta brillantez. En este caso hay una alta carga de ironía, como todo lo que escribe.