Cutix escuchando a unos cazurros más snobs que cagarse en la discografía de Saxon y Judas... cosas veredes. Pues nada, que disfrutes de esta crítica de su coleguita el Kiko:
Spoiler:
Saxon El concierto de la banda británica tuvo lugar el pasado 25 de marzo en la sala Razzmatazz 2 de Barcelona.
KIKO AMAT
–Ahora en serio: ¿Habías visto nunca algo así?
Mi amigo Jordi Geli y yo, los dos estamos catatónicos en la puerta de la sala Razzmatazz 2, los culos pegados a la pared, el pelo y las orejas volando hacia atrás, las mejillas nos hacen el brlblrlrlbrl de sacar la cabeza por la ventanilla de una avioneta, y somos los soldados nazis de En busca del arca perdida, cuando abren el arca, y ninguno de los dos puede desviar la mirada del escenario y lo único que podemos decirnos el uno al otro es:
–Ahora en serio...
Esta es la visión: una sala llena hasta el techo, mil personas con los brazos en alto y los dedos en cuernos y las cabezas agitando. El escenario parece la fuente de Montjuïch durante el piromusical, y un guitarra anciano como las montañas extrae de su instrumento un riff yunque que suena ¡Ka-ka-ka-ka-KAKAM! El cantante, más anciano aún –su cara es una gaita deshinchada de pana sin planchar y papel de plata usado– aúlla con una voz parte gruñido, parte yodelling suizo. Otro guitarra edifica con diez dedos de Heavy metal La subcultura menos sub y más épico-humorística, analizada a partir del concierto barcelonés del mítico grupo inglés Saxon Flamígera bola de rock flautista aquel arpegiado ascendente que suena guili-guili-guili, y el bajista no lleva camiseta, y quizás tampoco pantalones. Nos gustaría ver al batería, pero está sepultado tras una Línea Maginot de bombos y cajas. Todos van vestidos, pese a su descomposición geriátrica y bolsudez facial, como bikers invitados en The Matrix XVIII; la versión ambientada en un asilo. Es obvio que estamos en un concierto heavy metal, damos el cante como si hubiésemos ido a heavy metal”. La palabra clave aquí es: bastardizar. La cultura metal se basa en esa degeneración abyecta del blues negro (desprovisto de cualquier significante y contexto racial gracias a pioneros del género como Led Zeppelin), mezclada con iconografía medieval-Tolkieniana, sexismo ruborizante, banalidad estratosférica, chuleo de matón de EGB (“Dame las canicas, o te afostio”), glorificación del dinero, y de fondo (o en primer plano, a poder ser) muchas señoras macizas.
Como en un mitin del PP vestidos de Paco Clavel, estamos paralizados en el minuet ante el espejo de El baile de los vampiros,y lo único que podemos hacer es repetirnos:
–No, ahora en serio...
Es heavy metal, sí. Simon Reynolds dijo en un The Wire: “En los últimos 60 y primeros 70, los grupos ingleses bastardizaron el blues, y sus imitadores americanos bastardizaron su bastardización, y en algún punto de todo esto nació el macizas de pinta rameresca. Poco más. El metal, como dice el cruel Reynolds, “carece de alma, es machista, ampuloso y proto-fascista”. Greil Marcus lo llamaría “una pornografía de dinero, fama y dominación sin otra razón de ser que sí mismo”. Y Dick Hebdige decía en su Subculturas (Paidós) que el seguidor metal mezclaba “estética hippie y machismo de estadio de fútbol”.
Lo cierto es que no hay cultura más Maker que cuando vieron Spinal Tap (la comedia sobre una ficticia y penosa banda heavy inglesa), no captaron la mofa. “Spinal Tap son exactamente como nosotros”, diría su guitarrista Slash. No había ironía ni subtexto en la frase del pobre diablo. Para Slash, Spinal Tap no era comedia; era un fiel documental sobre su vida. Tienen que admitir que, por mucho que algunos fragmentos estuviesen basados en bandas heavies reales (el bajista Derek Smalls estaba inspirado en el de Saxon), esa frase asusta lo suyo. ¿Alguna de las canciones de Saxon le cambió la vida a alguien? ¿Con qué fin? ¿Qué tiene el heavy?
Pero bueno, así es el músico heavy medio: la sutileza de Manolo El Del Bombo metida en el cuerpo de un Gandalf con ataque de histeria. Un deshecho Quijote motora que al mirarse en el espejo ve al Den de Corben rodeado de dragones y mazmorras y –especialmente– amazonas encadenadas. Un cerebro debatiéndose entre Putas caníbales II y Camelot.
Efectivamente, todo el heavy metal está basado en la ceporrez más extrema, si bien sostenida musicalmente con volumen parte-orejas, ínfulas de Bach (vean el ensayo de Robert Walser de 1993 Heavy metal appropiations of classical virtuosity) y la máxima evasividad temática posible. Las comparaciones con la música Oi! son, por esto último, inapropiadas: pese a que el Oi! es obviamente ceporresco en su forma, las canciones hablan del entorno social de sus fans (como demuestran las letras de Cockney Rejects). Las letras clásicas del metal, por el contrario, se centran en princesas subidas en corceles blancos, espadas mágicas, conceptos abstractos como “sólidas bolas de rock”, fornicio de caballerías y escenarios infernal-apocalípticos. El porqué este género tuvo tanta aceptación entre la clase obrera lumpen de los 80 sólo puede explicarse comparándolo con el éxito de las actuales Playstation; tras trabajar de reponedor seis días a la semana en el Condis, convertirse por unas horas en un Normando con paquetón tamaño buque de carga puede antojarse una opción deseable.
Me pregunto, como Kevin Rowland en Show me, qué se habrá hecho de mis heavies, aquellos chicos duros con camisetas de Iron Maiden y bambas J'Hayber que en 1985 parecían dominar algunas zonas de mi pueblo natal, Sant Boi (especialmente los pisos baratos de Ciudad Cooperativa), y que se reproducían como las setas de L'estel misteriós. Un 80% de los tipos con los que empecé a salir por ahí en 1º de BUP eran heavies, un par de años aprender por mí solo, con ellos lo tuve resuelto en un par de semanas. Porque el heavy metal es el culto más delegador y menos autosuficiente que existe (el concepto de fanzine heavy ni existe, toda su imagen está basada en merch de grandes compañías, los conciertos son organizados por empresarios...), excepto en la taja. A esa parte se le dedica la atención más meticulosa. Si la marca de champán Dubois (la más económica) llega a tener algo de instinto comercial hubiese comercializado su producto como “Dubois: ¡El auténtico Champán Para Heavys!”.
Zas: estamos de vuelta en el concierto (no se lo dije: eran Saxon) Jordi y yo. Ya nos hemos situado a un lado de la barra, pero nuestras caras siguen petrificadas en ese rictus de sorpresa pre-muerte que sólo conserva la gente que ha visto El Horror. La audiencia parece estar dividida en dos: unos son soldados rockeros de la noche en full regalia (cuero, greñas, chupas Himmler y por supuesto camiseta-del-grupo-que-toque), los otros un océano de jerséis Springfield XL, calvas, ojos abatidos que hablan de vivir aún con los padres, todos con varias barbillas que se derraman unas sobre otras como Tranchettes escalfados. La proporción de hombres y mujeres es de 1000 a 1, sin exagerar. No hay chicas, lo que parece explicar por qué el sector Tranchettes reparte su atención entre el grupo y las camareras. Nadie baila, pero los puños cuerneros no descansan. La edad oscila entre los 25 tísicos y los 45 en ruinas.
Saxon tocan sus éxitos: I gotta rock to stay alive, Solid ball of rock (¿qué les dije?), To hell and back, Princess of the night (otra), Crusader y The power & the glory. Hay un momento en que nos creemos capacitados para predecir el tema de cada canción que van a tocar. Nos preguntamos: ¿Alguna de estas canciones le cambió la vida a alguien? Y si es así, ¿Con qué fin? “Sí, estoy harto de cavar zanjas. Ya lo tengo: ¡Me haré Templario!”. Porque, comparado con la cruda realidad del punk, la emoción del soul, la agresión del hardcore... ¿Qué tiene el heavy, aparte de druidas y carros de fuego? Por lo pronto, parece que lo que tiene son ganas de irse a casa, pues el primer bis llega a los 30 minutos. Cuando Biff Byford –el vocalista con cara de odre– anuncia los últimos temas, le veo feliz con sus pantuflas, arreglando el jardín en lugar de regurgitar por enésima vez “Ride like the wind”. Pero supongo que Biff tiene que “rockear para seguir con vida”, como dice él mismo, como los tiburones que mueren si dejan de nadar. El show termina y decidimos irnos con deferencia ad hoc, saludando cuernilmente, sin reírnos. Porque esto es un tema serio, es heavy metal, balanceándose entre nuestras piernas como sólidas bolas de rock."
Algo de gracia tienen, no lo vamos a negar pero sin pasarse. La diferencia con Chuck Klosterman es que éste hacía un ejercicio tan sano como reirse de sí mismo, sin embargo estos lo hacen desde una perspectiva de superioridad y lo que es peor, utilizando insultos. Hay que ser muy idiota para burlarse de una música que atrapó a millones de chavales, sí, de clase media-baja ¿y? ¿a todo el mundo le tenía que gustar con 16 años Joy Division o Bob Dylan?. El Heavy representaba una vía de escape, te ofrecía de manera fantástica (cosa que me parece maravillosa) todo aquello que te prohibían padres, religión, escuela, en una palabra, la sociedad. Chicas, historías de otros mundos, guerreros, coches, alcohol, fiestas, encima podías ir con el pelo largo, te colocaba en otro nivel de rebeldía aparentemente (conocía fans de Hombres G con muy buena imagen que se ponían de farla mientras los heavys bebíamos Dyc con Coca cola y un petardo pa´cuatro). Encima todo eso venía de la mano (lo más importante) de pequeños himnos de adolescencia porque hay que ser sordo para no reconocer que el Heavy Metal tenía himnos y discos. Buscando un simil era lo mismo que el glam 70´s más macarra, el de Slade, el que sonaba en billares y boleras o el punk hoolingan de los británicos. ¿Que tiene momentos ridículos? por supuesto, maravillosamente ridículos!!!! éramos chavales, por dios! a mí qué coño me importaba Woody Guthrie teniendo a Whitesnake, MSG, Ozzy o Poison?
Y luego redondeando la prepotencia se preguntan que a quién le ha cambiado la vida una canción de Saxon y si es así, que a qué nivel. Pues a mí precisamente sí me la cambió, al menos mi adolescencia. Por razones de no extenderme diré que siempre he tenido colegas de barrio mayores que yo, 2, 3, 4 años que eso cuando tienes 14 es un mundo y bueno, me trataban bien, como un buen chico pero mi opinión en temas importantes era 0,0. Un día en una fiesta en un local uno de mis colegas puso un tema en el cassette y preguntó si alguien sabía quién era ese grupo, preguntaba uno a uno y nadie lo sabía, cuando me tocó a mí me saltó y entonces dije medio cabreado ""Princess of the Night" de Saxon. Todos fliparon, comenzaron a preguntarme que si conocía a ese grupo, le dije que tenía tres discos de ellos y me pidieron por favor que se los grabase. A partir de ahí, me tomaron en serio, me consultaban, intercambiaban música conmigo o me pedían consejo. ¿Cambió eso mi vida? bueno, a lo mejor para mal porque me hice más golfo aunque seguramente nada hubiese sido distinto a como soy ahora ¿acaso a alguien le cambió una canción hasta el punto de modificar su futuro 40 años después? ni Led Zeppelin, ni Beatles ni creo que nadie. Así que por mi parte estos tontos snobs se pueden ir a cagar.
El mejor comentario que he leido en el foro en bastante tiempo. Bravo, Lou!
Sí, puede que el Heavy Metal tenga un punto ridículo a veces, pero más ridiculo es no ver o negar la grandeza y la importancia que ha tenido ese genero en el Rock y en la cultura popular.
José Fernández
Mensajes : 11027 Fecha de inscripción : 01/03/2013
Cutix escuchando a unos cazurros más snobs que cagarse en la discografía de Saxon y Judas... cosas veredes. Pues nada, que disfrutes de esta crítica de su coleguita el Kiko:
Spoiler:
Saxon El concierto de la banda británica tuvo lugar el pasado 25 de marzo en la sala Razzmatazz 2 de Barcelona.
KIKO AMAT
–Ahora en serio: ¿Habías visto nunca algo así?
Mi amigo Jordi Geli y yo, los dos estamos catatónicos en la puerta de la sala Razzmatazz 2, los culos pegados a la pared, el pelo y las orejas volando hacia atrás, las mejillas nos hacen el brlblrlrlbrl de sacar la cabeza por la ventanilla de una avioneta, y somos los soldados nazis de En busca del arca perdida, cuando abren el arca, y ninguno de los dos puede desviar la mirada del escenario y lo único que podemos decirnos el uno al otro es:
–Ahora en serio...
Esta es la visión: una sala llena hasta el techo, mil personas con los brazos en alto y los dedos en cuernos y las cabezas agitando. El escenario parece la fuente de Montjuïch durante el piromusical, y un guitarra anciano como las montañas extrae de su instrumento un riff yunque que suena ¡Ka-ka-ka-ka-KAKAM! El cantante, más anciano aún –su cara es una gaita deshinchada de pana sin planchar y papel de plata usado– aúlla con una voz parte gruñido, parte yodelling suizo. Otro guitarra edifica con diez dedos de Heavy metal La subcultura menos sub y más épico-humorística, analizada a partir del concierto barcelonés del mítico grupo inglés Saxon Flamígera bola de rock flautista aquel arpegiado ascendente que suena guili-guili-guili, y el bajista no lleva camiseta, y quizás tampoco pantalones. Nos gustaría ver al batería, pero está sepultado tras una Línea Maginot de bombos y cajas. Todos van vestidos, pese a su descomposición geriátrica y bolsudez facial, como bikers invitados en The Matrix XVIII; la versión ambientada en un asilo. Es obvio que estamos en un concierto heavy metal, damos el cante como si hubiésemos ido a heavy metal”. La palabra clave aquí es: bastardizar. La cultura metal se basa en esa degeneración abyecta del blues negro (desprovisto de cualquier significante y contexto racial gracias a pioneros del género como Led Zeppelin), mezclada con iconografía medieval-Tolkieniana, sexismo ruborizante, banalidad estratosférica, chuleo de matón de EGB (“Dame las canicas, o te afostio”), glorificación del dinero, y de fondo (o en primer plano, a poder ser) muchas señoras macizas.
Como en un mitin del PP vestidos de Paco Clavel, estamos paralizados en el minuet ante el espejo de El baile de los vampiros,y lo único que podemos hacer es repetirnos:
–No, ahora en serio...
Es heavy metal, sí. Simon Reynolds dijo en un The Wire: “En los últimos 60 y primeros 70, los grupos ingleses bastardizaron el blues, y sus imitadores americanos bastardizaron su bastardización, y en algún punto de todo esto nació el macizas de pinta rameresca. Poco más. El metal, como dice el cruel Reynolds, “carece de alma, es machista, ampuloso y proto-fascista”. Greil Marcus lo llamaría “una pornografía de dinero, fama y dominación sin otra razón de ser que sí mismo”. Y Dick Hebdige decía en su Subculturas (Paidós) que el seguidor metal mezclaba “estética hippie y machismo de estadio de fútbol”.
Lo cierto es que no hay cultura más Maker que cuando vieron Spinal Tap (la comedia sobre una ficticia y penosa banda heavy inglesa), no captaron la mofa. “Spinal Tap son exactamente como nosotros”, diría su guitarrista Slash. No había ironía ni subtexto en la frase del pobre diablo. Para Slash, Spinal Tap no era comedia; era un fiel documental sobre su vida. Tienen que admitir que, por mucho que algunos fragmentos estuviesen basados en bandas heavies reales (el bajista Derek Smalls estaba inspirado en el de Saxon), esa frase asusta lo suyo. ¿Alguna de las canciones de Saxon le cambió la vida a alguien? ¿Con qué fin? ¿Qué tiene el heavy?
Pero bueno, así es el músico heavy medio: la sutileza de Manolo El Del Bombo metida en el cuerpo de un Gandalf con ataque de histeria. Un deshecho Quijote motora que al mirarse en el espejo ve al Den de Corben rodeado de dragones y mazmorras y –especialmente– amazonas encadenadas. Un cerebro debatiéndose entre Putas caníbales II y Camelot.
Efectivamente, todo el heavy metal está basado en la ceporrez más extrema, si bien sostenida musicalmente con volumen parte-orejas, ínfulas de Bach (vean el ensayo de Robert Walser de 1993 Heavy metal appropiations of classical virtuosity) y la máxima evasividad temática posible. Las comparaciones con la música Oi! son, por esto último, inapropiadas: pese a que el Oi! es obviamente ceporresco en su forma, las canciones hablan del entorno social de sus fans (como demuestran las letras de Cockney Rejects). Las letras clásicas del metal, por el contrario, se centran en princesas subidas en corceles blancos, espadas mágicas, conceptos abstractos como “sólidas bolas de rock”, fornicio de caballerías y escenarios infernal-apocalípticos. El porqué este género tuvo tanta aceptación entre la clase obrera lumpen de los 80 sólo puede explicarse comparándolo con el éxito de las actuales Playstation; tras trabajar de reponedor seis días a la semana en el Condis, convertirse por unas horas en un Normando con paquetón tamaño buque de carga puede antojarse una opción deseable.
Me pregunto, como Kevin Rowland en Show me, qué se habrá hecho de mis heavies, aquellos chicos duros con camisetas de Iron Maiden y bambas J'Hayber que en 1985 parecían dominar algunas zonas de mi pueblo natal, Sant Boi (especialmente los pisos baratos de Ciudad Cooperativa), y que se reproducían como las setas de L'estel misteriós. Un 80% de los tipos con los que empecé a salir por ahí en 1º de BUP eran heavies, un par de años aprender por mí solo, con ellos lo tuve resuelto en un par de semanas. Porque el heavy metal es el culto más delegador y menos autosuficiente que existe (el concepto de fanzine heavy ni existe, toda su imagen está basada en merch de grandes compañías, los conciertos son organizados por empresarios...), excepto en la taja. A esa parte se le dedica la atención más meticulosa. Si la marca de champán Dubois (la más económica) llega a tener algo de instinto comercial hubiese comercializado su producto como “Dubois: ¡El auténtico Champán Para Heavys!”.
Zas: estamos de vuelta en el concierto (no se lo dije: eran Saxon) Jordi y yo. Ya nos hemos situado a un lado de la barra, pero nuestras caras siguen petrificadas en ese rictus de sorpresa pre-muerte que sólo conserva la gente que ha visto El Horror. La audiencia parece estar dividida en dos: unos son soldados rockeros de la noche en full regalia (cuero, greñas, chupas Himmler y por supuesto camiseta-del-grupo-que-toque), los otros un océano de jerséis Springfield XL, calvas, ojos abatidos que hablan de vivir aún con los padres, todos con varias barbillas que se derraman unas sobre otras como Tranchettes escalfados. La proporción de hombres y mujeres es de 1000 a 1, sin exagerar. No hay chicas, lo que parece explicar por qué el sector Tranchettes reparte su atención entre el grupo y las camareras. Nadie baila, pero los puños cuerneros no descansan. La edad oscila entre los 25 tísicos y los 45 en ruinas.
Saxon tocan sus éxitos: I gotta rock to stay alive, Solid ball of rock (¿qué les dije?), To hell and back, Princess of the night (otra), Crusader y The power & the glory. Hay un momento en que nos creemos capacitados para predecir el tema de cada canción que van a tocar. Nos preguntamos: ¿Alguna de estas canciones le cambió la vida a alguien? Y si es así, ¿Con qué fin? “Sí, estoy harto de cavar zanjas. Ya lo tengo: ¡Me haré Templario!”. Porque, comparado con la cruda realidad del punk, la emoción del soul, la agresión del hardcore... ¿Qué tiene el heavy, aparte de druidas y carros de fuego? Por lo pronto, parece que lo que tiene son ganas de irse a casa, pues el primer bis llega a los 30 minutos. Cuando Biff Byford –el vocalista con cara de odre– anuncia los últimos temas, le veo feliz con sus pantuflas, arreglando el jardín en lugar de regurgitar por enésima vez “Ride like the wind”. Pero supongo que Biff tiene que “rockear para seguir con vida”, como dice él mismo, como los tiburones que mueren si dejan de nadar. El show termina y decidimos irnos con deferencia ad hoc, saludando cuernilmente, sin reírnos. Porque esto es un tema serio, es heavy metal, balanceándose entre nuestras piernas como sólidas bolas de rock."
Algo de gracia tienen, no lo vamos a negar pero sin pasarse. La diferencia con Chuck Klosterman es que éste hacía un ejercicio tan sano como reirse de sí mismo, sin embargo estos lo hacen desde una perspectiva de superioridad y lo que es peor, utilizando insultos. Hay que ser muy idiota para burlarse de una música que atrapó a millones de chavales, sí, de clase media-baja ¿y? ¿a todo el mundo le tenía que gustar con 16 años Joy Division o Bob Dylan?. El Heavy representaba una vía de escape, te ofrecía de manera fantástica (cosa que me parece maravillosa) todo aquello que te prohibían padres, religión, escuela, en una palabra, la sociedad. Chicas, historías de otros mundos, guerreros, coches, alcohol, fiestas, encima podías ir con el pelo largo, te colocaba en otro nivel de rebeldía aparentemente (conocía fans de Hombres G con muy buena imagen que se ponían de farla mientras los heavys bebíamos Dyc con Coca cola y un petardo pa´cuatro). Encima todo eso venía de la mano (lo más importante) de pequeños himnos de adolescencia porque hay que ser sordo para no reconocer que el Heavy Metal tenía himnos y discos. Buscando un simil era lo mismo que el glam 70´s más macarra, el de Slade, el que sonaba en billares y boleras o el punk hoolingan de los británicos. ¿Que tiene momentos ridículos? por supuesto, maravillosamente ridículos!!!! éramos chavales, por dios! a mí qué coño me importaba Woody Guthrie teniendo a Whitesnake, MSG, Ozzy o Poison?
Y luego redondeando la prepotencia se preguntan que a quién le ha cambiado la vida una canción de Saxon y si es así, que a qué nivel. Pues a mí precisamente sí me la cambió, al menos mi adolescencia. Por razones de no extenderme diré que siempre he tenido colegas de barrio mayores que yo, 2, 3, 4 años que eso cuando tienes 14 es un mundo y bueno, me trataban bien, como un buen chico pero mi opinión en temas importantes era 0,0. Un día en una fiesta en un local uno de mis colegas puso un tema en el cassette y preguntó si alguien sabía quién era ese grupo, preguntaba uno a uno y nadie lo sabía, cuando me tocó a mí me saltó y entonces dije medio cabreado ""Princess of the Night" de Saxon. Todos fliparon, comenzaron a preguntarme que si conocía a ese grupo, le dije que tenía tres discos de ellos y me pidieron por favor que se los grabase. A partir de ahí, me tomaron en serio, me consultaban, intercambiaban música conmigo o me pedían consejo. ¿Cambió eso mi vida? bueno, a lo mejor para mal porque me hice más golfo aunque seguramente nada hubiese sido distinto a como soy ahora ¿acaso a alguien le cambió una canción hasta el punto de modificar su futuro 40 años después? ni Led Zeppelin, ni Beatles ni creo que nadie. Así que por mi parte estos tontos snobs se pueden ir a cagar.
Iba a poner algo pero para qué, ya lo pones tú que fuiste mas jevi que la carne de pescuezo y sabes de qué va esto. Un gilipollas el tío ese, que además no es nadie, aún se creerá mas grande que el gran Biff Byford. Amos, anda.
Última edición por Cris Van Zant el Jue 21 Feb 2019 - 20:27, editado 2 veces
José Fernández
Mensajes : 11027 Fecha de inscripción : 01/03/2013
Cutix escuchando a unos cazurros más snobs que cagarse en la discografía de Saxon y Judas... cosas veredes. Pues nada, que disfrutes de esta crítica de su coleguita el Kiko:
Spoiler:
Saxon El concierto de la banda británica tuvo lugar el pasado 25 de marzo en la sala Razzmatazz 2 de Barcelona.
KIKO AMAT
–Ahora en serio: ¿Habías visto nunca algo así?
Mi amigo Jordi Geli y yo, los dos estamos catatónicos en la puerta de la sala Razzmatazz 2, los culos pegados a la pared, el pelo y las orejas volando hacia atrás, las mejillas nos hacen el brlblrlrlbrl de sacar la cabeza por la ventanilla de una avioneta, y somos los soldados nazis de En busca del arca perdida, cuando abren el arca, y ninguno de los dos puede desviar la mirada del escenario y lo único que podemos decirnos el uno al otro es:
–Ahora en serio...
Esta es la visión: una sala llena hasta el techo, mil personas con los brazos en alto y los dedos en cuernos y las cabezas agitando. El escenario parece la fuente de Montjuïch durante el piromusical, y un guitarra anciano como las montañas extrae de su instrumento un riff yunque que suena ¡Ka-ka-ka-ka-KAKAM! El cantante, más anciano aún –su cara es una gaita deshinchada de pana sin planchar y papel de plata usado– aúlla con una voz parte gruñido, parte yodelling suizo. Otro guitarra edifica con diez dedos de Heavy metal La subcultura menos sub y más épico-humorística, analizada a partir del concierto barcelonés del mítico grupo inglés Saxon Flamígera bola de rock flautista aquel arpegiado ascendente que suena guili-guili-guili, y el bajista no lleva camiseta, y quizás tampoco pantalones. Nos gustaría ver al batería, pero está sepultado tras una Línea Maginot de bombos y cajas. Todos van vestidos, pese a su descomposición geriátrica y bolsudez facial, como bikers invitados en The Matrix XVIII; la versión ambientada en un asilo. Es obvio que estamos en un concierto heavy metal, damos el cante como si hubiésemos ido a heavy metal”. La palabra clave aquí es: bastardizar. La cultura metal se basa en esa degeneración abyecta del blues negro (desprovisto de cualquier significante y contexto racial gracias a pioneros del género como Led Zeppelin), mezclada con iconografía medieval-Tolkieniana, sexismo ruborizante, banalidad estratosférica, chuleo de matón de EGB (“Dame las canicas, o te afostio”), glorificación del dinero, y de fondo (o en primer plano, a poder ser) muchas señoras macizas.
Como en un mitin del PP vestidos de Paco Clavel, estamos paralizados en el minuet ante el espejo de El baile de los vampiros,y lo único que podemos hacer es repetirnos:
–No, ahora en serio...
Es heavy metal, sí. Simon Reynolds dijo en un The Wire: “En los últimos 60 y primeros 70, los grupos ingleses bastardizaron el blues, y sus imitadores americanos bastardizaron su bastardización, y en algún punto de todo esto nació el macizas de pinta rameresca. Poco más. El metal, como dice el cruel Reynolds, “carece de alma, es machista, ampuloso y proto-fascista”. Greil Marcus lo llamaría “una pornografía de dinero, fama y dominación sin otra razón de ser que sí mismo”. Y Dick Hebdige decía en su Subculturas (Paidós) que el seguidor metal mezclaba “estética hippie y machismo de estadio de fútbol”.
Lo cierto es que no hay cultura más Maker que cuando vieron Spinal Tap (la comedia sobre una ficticia y penosa banda heavy inglesa), no captaron la mofa. “Spinal Tap son exactamente como nosotros”, diría su guitarrista Slash. No había ironía ni subtexto en la frase del pobre diablo. Para Slash, Spinal Tap no era comedia; era un fiel documental sobre su vida. Tienen que admitir que, por mucho que algunos fragmentos estuviesen basados en bandas heavies reales (el bajista Derek Smalls estaba inspirado en el de Saxon), esa frase asusta lo suyo. ¿Alguna de las canciones de Saxon le cambió la vida a alguien? ¿Con qué fin? ¿Qué tiene el heavy?
Pero bueno, así es el músico heavy medio: la sutileza de Manolo El Del Bombo metida en el cuerpo de un Gandalf con ataque de histeria. Un deshecho Quijote motora que al mirarse en el espejo ve al Den de Corben rodeado de dragones y mazmorras y –especialmente– amazonas encadenadas. Un cerebro debatiéndose entre Putas caníbales II y Camelot.
Efectivamente, todo el heavy metal está basado en la ceporrez más extrema, si bien sostenida musicalmente con volumen parte-orejas, ínfulas de Bach (vean el ensayo de Robert Walser de 1993 Heavy metal appropiations of classical virtuosity) y la máxima evasividad temática posible. Las comparaciones con la música Oi! son, por esto último, inapropiadas: pese a que el Oi! es obviamente ceporresco en su forma, las canciones hablan del entorno social de sus fans (como demuestran las letras de Cockney Rejects). Las letras clásicas del metal, por el contrario, se centran en princesas subidas en corceles blancos, espadas mágicas, conceptos abstractos como “sólidas bolas de rock”, fornicio de caballerías y escenarios infernal-apocalípticos. El porqué este género tuvo tanta aceptación entre la clase obrera lumpen de los 80 sólo puede explicarse comparándolo con el éxito de las actuales Playstation; tras trabajar de reponedor seis días a la semana en el Condis, convertirse por unas horas en un Normando con paquetón tamaño buque de carga puede antojarse una opción deseable.
Me pregunto, como Kevin Rowland en Show me, qué se habrá hecho de mis heavies, aquellos chicos duros con camisetas de Iron Maiden y bambas J'Hayber que en 1985 parecían dominar algunas zonas de mi pueblo natal, Sant Boi (especialmente los pisos baratos de Ciudad Cooperativa), y que se reproducían como las setas de L'estel misteriós. Un 80% de los tipos con los que empecé a salir por ahí en 1º de BUP eran heavies, un par de años aprender por mí solo, con ellos lo tuve resuelto en un par de semanas. Porque el heavy metal es el culto más delegador y menos autosuficiente que existe (el concepto de fanzine heavy ni existe, toda su imagen está basada en merch de grandes compañías, los conciertos son organizados por empresarios...), excepto en la taja. A esa parte se le dedica la atención más meticulosa. Si la marca de champán Dubois (la más económica) llega a tener algo de instinto comercial hubiese comercializado su producto como “Dubois: ¡El auténtico Champán Para Heavys!”.
Zas: estamos de vuelta en el concierto (no se lo dije: eran Saxon) Jordi y yo. Ya nos hemos situado a un lado de la barra, pero nuestras caras siguen petrificadas en ese rictus de sorpresa pre-muerte que sólo conserva la gente que ha visto El Horror. La audiencia parece estar dividida en dos: unos son soldados rockeros de la noche en full regalia (cuero, greñas, chupas Himmler y por supuesto camiseta-del-grupo-que-toque), los otros un océano de jerséis Springfield XL, calvas, ojos abatidos que hablan de vivir aún con los padres, todos con varias barbillas que se derraman unas sobre otras como Tranchettes escalfados. La proporción de hombres y mujeres es de 1000 a 1, sin exagerar. No hay chicas, lo que parece explicar por qué el sector Tranchettes reparte su atención entre el grupo y las camareras. Nadie baila, pero los puños cuerneros no descansan. La edad oscila entre los 25 tísicos y los 45 en ruinas.
Saxon tocan sus éxitos: I gotta rock to stay alive, Solid ball of rock (¿qué les dije?), To hell and back, Princess of the night (otra), Crusader y The power & the glory. Hay un momento en que nos creemos capacitados para predecir el tema de cada canción que van a tocar. Nos preguntamos: ¿Alguna de estas canciones le cambió la vida a alguien? Y si es así, ¿Con qué fin? “Sí, estoy harto de cavar zanjas. Ya lo tengo: ¡Me haré Templario!”. Porque, comparado con la cruda realidad del punk, la emoción del soul, la agresión del hardcore... ¿Qué tiene el heavy, aparte de druidas y carros de fuego? Por lo pronto, parece que lo que tiene son ganas de irse a casa, pues el primer bis llega a los 30 minutos. Cuando Biff Byford –el vocalista con cara de odre– anuncia los últimos temas, le veo feliz con sus pantuflas, arreglando el jardín en lugar de regurgitar por enésima vez “Ride like the wind”. Pero supongo que Biff tiene que “rockear para seguir con vida”, como dice él mismo, como los tiburones que mueren si dejan de nadar. El show termina y decidimos irnos con deferencia ad hoc, saludando cuernilmente, sin reírnos. Porque esto es un tema serio, es heavy metal, balanceándose entre nuestras piernas como sólidas bolas de rock."
Algo de gracia tienen, no lo vamos a negar pero sin pasarse. La diferencia con Chuck Klosterman es que éste hacía un ejercicio tan sano como reirse de sí mismo, sin embargo estos lo hacen desde una perspectiva de superioridad y lo que es peor, utilizando insultos. Hay que ser muy idiota para burlarse de una música que atrapó a millones de chavales, sí, de clase media-baja ¿y? ¿a todo el mundo le tenía que gustar con 16 años Joy Division o Bob Dylan?. El Heavy representaba una vía de escape, te ofrecía de manera fantástica (cosa que me parece maravillosa) todo aquello que te prohibían padres, religión, escuela, en una palabra, la sociedad. Chicas, historías de otros mundos, guerreros, coches, alcohol, fiestas, encima podías ir con el pelo largo, te colocaba en otro nivel de rebeldía aparentemente (conocía fans de Hombres G con muy buena imagen que se ponían de farla mientras los heavys bebíamos Dyc con Coca cola y un petardo pa´cuatro). Encima todo eso venía de la mano (lo más importante) de pequeños himnos de adolescencia porque hay que ser sordo para no reconocer que el Heavy Metal tenía himnos y discos. Buscando un simil era lo mismo que el glam 70´s más macarra, el de Slade, el que sonaba en billares y boleras o el punk hoolingan de los británicos. ¿Que tiene momentos ridículos? por supuesto, maravillosamente ridículos!!!! éramos chavales, por dios! a mí qué coño me importaba Woody Guthrie teniendo a Whitesnake, MSG, Ozzy o Poison?
Y luego redondeando la prepotencia se preguntan que a quién le ha cambiado la vida una canción de Saxon y si es así, que a qué nivel. Pues a mí precisamente sí me la cambió, al menos mi adolescencia. Por razones de no extenderme diré que siempre he tenido colegas de barrio mayores que yo, 2, 3, 4 años que eso cuando tienes 14 es un mundo y bueno, me trataban bien, como un buen chico pero mi opinión en temas importantes era 0,0. Un día en una fiesta en un local uno de mis colegas puso un tema en el cassette y preguntó si alguien sabía quién era ese grupo, preguntaba uno a uno y nadie lo sabía, cuando me tocó a mí me saltó y entonces dije medio cabreado ""Princess of the Night" de Saxon. Todos fliparon, comenzaron a preguntarme que si conocía a ese grupo, le dije que tenía tres discos de ellos y me pidieron por favor que se los grabase. A partir de ahí, me tomaron en serio, me consultaban, intercambiaban música conmigo o me pedían consejo. ¿Cambió eso mi vida? bueno, a lo mejor para mal porque me hice más golfo aunque seguramente nada hubiese sido distinto a como soy ahora ¿acaso a alguien le cambió una canción hasta el punto de modificar su futuro 40 años después? ni Led Zeppelin, ni Beatles ni creo que nadie. Así que por mi parte estos tontos snobs se pueden ir a cagar.
Muy bien, pero estaba hablando con Cicutix, so entrometido
En serio no conocías esa crónica? Es un clásico del intenné hispano rockeiro a la altura de la crítica de Metallica de Pedro Giner, ho.
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Lmsixx THE INNOMBRABLE
Mensajes : 15857 Fecha de inscripción : 27/02/2013 Edad : 55 Localización : Madrid
Cutix escuchando a unos cazurros más snobs que cagarse en la discografía de Saxon y Judas... cosas veredes. Pues nada, que disfrutes de esta crítica de su coleguita el Kiko:
Spoiler:
Saxon El concierto de la banda británica tuvo lugar el pasado 25 de marzo en la sala Razzmatazz 2 de Barcelona.
KIKO AMAT
–Ahora en serio: ¿Habías visto nunca algo así?
Mi amigo Jordi Geli y yo, los dos estamos catatónicos en la puerta de la sala Razzmatazz 2, los culos pegados a la pared, el pelo y las orejas volando hacia atrás, las mejillas nos hacen el brlblrlrlbrl de sacar la cabeza por la ventanilla de una avioneta, y somos los soldados nazis de En busca del arca perdida, cuando abren el arca, y ninguno de los dos puede desviar la mirada del escenario y lo único que podemos decirnos el uno al otro es:
–Ahora en serio...
Esta es la visión: una sala llena hasta el techo, mil personas con los brazos en alto y los dedos en cuernos y las cabezas agitando. El escenario parece la fuente de Montjuïch durante el piromusical, y un guitarra anciano como las montañas extrae de su instrumento un riff yunque que suena ¡Ka-ka-ka-ka-KAKAM! El cantante, más anciano aún –su cara es una gaita deshinchada de pana sin planchar y papel de plata usado– aúlla con una voz parte gruñido, parte yodelling suizo. Otro guitarra edifica con diez dedos de Heavy metal La subcultura menos sub y más épico-humorística, analizada a partir del concierto barcelonés del mítico grupo inglés Saxon Flamígera bola de rock flautista aquel arpegiado ascendente que suena guili-guili-guili, y el bajista no lleva camiseta, y quizás tampoco pantalones. Nos gustaría ver al batería, pero está sepultado tras una Línea Maginot de bombos y cajas. Todos van vestidos, pese a su descomposición geriátrica y bolsudez facial, como bikers invitados en The Matrix XVIII; la versión ambientada en un asilo. Es obvio que estamos en un concierto heavy metal, damos el cante como si hubiésemos ido a heavy metal”. La palabra clave aquí es: bastardizar. La cultura metal se basa en esa degeneración abyecta del blues negro (desprovisto de cualquier significante y contexto racial gracias a pioneros del género como Led Zeppelin), mezclada con iconografía medieval-Tolkieniana, sexismo ruborizante, banalidad estratosférica, chuleo de matón de EGB (“Dame las canicas, o te afostio”), glorificación del dinero, y de fondo (o en primer plano, a poder ser) muchas señoras macizas.
Como en un mitin del PP vestidos de Paco Clavel, estamos paralizados en el minuet ante el espejo de El baile de los vampiros,y lo único que podemos hacer es repetirnos:
–No, ahora en serio...
Es heavy metal, sí. Simon Reynolds dijo en un The Wire: “En los últimos 60 y primeros 70, los grupos ingleses bastardizaron el blues, y sus imitadores americanos bastardizaron su bastardización, y en algún punto de todo esto nació el macizas de pinta rameresca. Poco más. El metal, como dice el cruel Reynolds, “carece de alma, es machista, ampuloso y proto-fascista”. Greil Marcus lo llamaría “una pornografía de dinero, fama y dominación sin otra razón de ser que sí mismo”. Y Dick Hebdige decía en su Subculturas (Paidós) que el seguidor metal mezclaba “estética hippie y machismo de estadio de fútbol”.
Lo cierto es que no hay cultura más Maker que cuando vieron Spinal Tap (la comedia sobre una ficticia y penosa banda heavy inglesa), no captaron la mofa. “Spinal Tap son exactamente como nosotros”, diría su guitarrista Slash. No había ironía ni subtexto en la frase del pobre diablo. Para Slash, Spinal Tap no era comedia; era un fiel documental sobre su vida. Tienen que admitir que, por mucho que algunos fragmentos estuviesen basados en bandas heavies reales (el bajista Derek Smalls estaba inspirado en el de Saxon), esa frase asusta lo suyo. ¿Alguna de las canciones de Saxon le cambió la vida a alguien? ¿Con qué fin? ¿Qué tiene el heavy?
Pero bueno, así es el músico heavy medio: la sutileza de Manolo El Del Bombo metida en el cuerpo de un Gandalf con ataque de histeria. Un deshecho Quijote motora que al mirarse en el espejo ve al Den de Corben rodeado de dragones y mazmorras y –especialmente– amazonas encadenadas. Un cerebro debatiéndose entre Putas caníbales II y Camelot.
Efectivamente, todo el heavy metal está basado en la ceporrez más extrema, si bien sostenida musicalmente con volumen parte-orejas, ínfulas de Bach (vean el ensayo de Robert Walser de 1993 Heavy metal appropiations of classical virtuosity) y la máxima evasividad temática posible. Las comparaciones con la música Oi! son, por esto último, inapropiadas: pese a que el Oi! es obviamente ceporresco en su forma, las canciones hablan del entorno social de sus fans (como demuestran las letras de Cockney Rejects). Las letras clásicas del metal, por el contrario, se centran en princesas subidas en corceles blancos, espadas mágicas, conceptos abstractos como “sólidas bolas de rock”, fornicio de caballerías y escenarios infernal-apocalípticos. El porqué este género tuvo tanta aceptación entre la clase obrera lumpen de los 80 sólo puede explicarse comparándolo con el éxito de las actuales Playstation; tras trabajar de reponedor seis días a la semana en el Condis, convertirse por unas horas en un Normando con paquetón tamaño buque de carga puede antojarse una opción deseable.
Me pregunto, como Kevin Rowland en Show me, qué se habrá hecho de mis heavies, aquellos chicos duros con camisetas de Iron Maiden y bambas J'Hayber que en 1985 parecían dominar algunas zonas de mi pueblo natal, Sant Boi (especialmente los pisos baratos de Ciudad Cooperativa), y que se reproducían como las setas de L'estel misteriós. Un 80% de los tipos con los que empecé a salir por ahí en 1º de BUP eran heavies, un par de años aprender por mí solo, con ellos lo tuve resuelto en un par de semanas. Porque el heavy metal es el culto más delegador y menos autosuficiente que existe (el concepto de fanzine heavy ni existe, toda su imagen está basada en merch de grandes compañías, los conciertos son organizados por empresarios...), excepto en la taja. A esa parte se le dedica la atención más meticulosa. Si la marca de champán Dubois (la más económica) llega a tener algo de instinto comercial hubiese comercializado su producto como “Dubois: ¡El auténtico Champán Para Heavys!”.
Zas: estamos de vuelta en el concierto (no se lo dije: eran Saxon) Jordi y yo. Ya nos hemos situado a un lado de la barra, pero nuestras caras siguen petrificadas en ese rictus de sorpresa pre-muerte que sólo conserva la gente que ha visto El Horror. La audiencia parece estar dividida en dos: unos son soldados rockeros de la noche en full regalia (cuero, greñas, chupas Himmler y por supuesto camiseta-del-grupo-que-toque), los otros un océano de jerséis Springfield XL, calvas, ojos abatidos que hablan de vivir aún con los padres, todos con varias barbillas que se derraman unas sobre otras como Tranchettes escalfados. La proporción de hombres y mujeres es de 1000 a 1, sin exagerar. No hay chicas, lo que parece explicar por qué el sector Tranchettes reparte su atención entre el grupo y las camareras. Nadie baila, pero los puños cuerneros no descansan. La edad oscila entre los 25 tísicos y los 45 en ruinas.
Saxon tocan sus éxitos: I gotta rock to stay alive, Solid ball of rock (¿qué les dije?), To hell and back, Princess of the night (otra), Crusader y The power & the glory. Hay un momento en que nos creemos capacitados para predecir el tema de cada canción que van a tocar. Nos preguntamos: ¿Alguna de estas canciones le cambió la vida a alguien? Y si es así, ¿Con qué fin? “Sí, estoy harto de cavar zanjas. Ya lo tengo: ¡Me haré Templario!”. Porque, comparado con la cruda realidad del punk, la emoción del soul, la agresión del hardcore... ¿Qué tiene el heavy, aparte de druidas y carros de fuego? Por lo pronto, parece que lo que tiene son ganas de irse a casa, pues el primer bis llega a los 30 minutos. Cuando Biff Byford –el vocalista con cara de odre– anuncia los últimos temas, le veo feliz con sus pantuflas, arreglando el jardín en lugar de regurgitar por enésima vez “Ride like the wind”. Pero supongo que Biff tiene que “rockear para seguir con vida”, como dice él mismo, como los tiburones que mueren si dejan de nadar. El show termina y decidimos irnos con deferencia ad hoc, saludando cuernilmente, sin reírnos. Porque esto es un tema serio, es heavy metal, balanceándose entre nuestras piernas como sólidas bolas de rock."
Algo de gracia tienen, no lo vamos a negar pero sin pasarse. La diferencia con Chuck Klosterman es que éste hacía un ejercicio tan sano como reirse de sí mismo, sin embargo estos lo hacen desde una perspectiva de superioridad y lo que es peor, utilizando insultos. Hay que ser muy idiota para burlarse de una música que atrapó a millones de chavales, sí, de clase media-baja ¿y? ¿a todo el mundo le tenía que gustar con 16 años Joy Division o Bob Dylan?. El Heavy representaba una vía de escape, te ofrecía de manera fantástica (cosa que me parece maravillosa) todo aquello que te prohibían padres, religión, escuela, en una palabra, la sociedad. Chicas, historías de otros mundos, guerreros, coches, alcohol, fiestas, encima podías ir con el pelo largo, te colocaba en otro nivel de rebeldía aparentemente (conocía fans de Hombres G con muy buena imagen que se ponían de farla mientras los heavys bebíamos Dyc con Coca cola y un petardo pa´cuatro). Encima todo eso venía de la mano (lo más importante) de pequeños himnos de adolescencia porque hay que ser sordo para no reconocer que el Heavy Metal tenía himnos y discos. Buscando un simil era lo mismo que el glam 70´s más macarra, el de Slade, el que sonaba en billares y boleras o el punk hoolingan de los británicos. ¿Que tiene momentos ridículos? por supuesto, maravillosamente ridículos!!!! éramos chavales, por dios! a mí qué coño me importaba Woody Guthrie teniendo a Whitesnake, MSG, Ozzy o Poison?
Y luego redondeando la prepotencia se preguntan que a quién le ha cambiado la vida una canción de Saxon y si es así, que a qué nivel. Pues a mí precisamente sí me la cambió, al menos mi adolescencia. Por razones de no extenderme diré que siempre he tenido colegas de barrio mayores que yo, 2, 3, 4 años que eso cuando tienes 14 es un mundo y bueno, me trataban bien, como un buen chico pero mi opinión en temas importantes era 0,0. Un día en una fiesta en un local uno de mis colegas puso un tema en el cassette y preguntó si alguien sabía quién era ese grupo, preguntaba uno a uno y nadie lo sabía, cuando me tocó a mí me saltó y entonces dije medio cabreado ""Princess of the Night" de Saxon. Todos fliparon, comenzaron a preguntarme que si conocía a ese grupo, le dije que tenía tres discos de ellos y me pidieron por favor que se los grabase. A partir de ahí, me tomaron en serio, me consultaban, intercambiaban música conmigo o me pedían consejo. ¿Cambió eso mi vida? bueno, a lo mejor para mal porque me hice más golfo aunque seguramente nada hubiese sido distinto a como soy ahora ¿acaso a alguien le cambió una canción hasta el punto de modificar su futuro 40 años después? ni Led Zeppelin, ni Beatles ni creo que nadie. Así que por mi parte estos tontos snobs se pueden ir a cagar.
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Auambabuluba balambambú
Mensajes : 24577 Fecha de inscripción : 03/03/2013 Edad : 52 Localización : El Lejano Oeste
Saxon y Sinatra son atemporales, Cutix, deberías de saberlo ya a tu edad
O carallo vintenove. Son tan hijos de su época cómo cualquier otro, he dicho
Spoiler:
Puede que sí o puede que no . La verdad es que me da igual...no me importan las fechas ni las modas, más allá de poder situar algo en su contexto y poder tener mi cabeza un poco organizada.
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"Just take those old records off the shelf, I'll sit and listen to 'em by myself Today's music ain't got the same soul, I like that old time Rock 'n' Roll"
Stormbringer
Mensajes : 2210 Fecha de inscripción : 25/09/2015 Edad : 47 Localización : Países Bajitos
Nuevo disco del ex-Bluesbreaker que desde que estuvo a punto de palmarla hace unos años está muy activo. En este caso se trata de un disco de versiones de canciones Blues no tan conocidos en el que Walter Trout vuelve a demostrar que es uno de los mejores guitarristas de Blues que quedan:
Original (creo):
La versión de Walter White Trout:
Capitan Haddock
Mensajes : 5864 Fecha de inscripción : 21/11/2013 Edad : 49 Localización : Madrid
He sustituido el Jazz de la hora de preparar la cena por otro tipo de música. Curtis, Marvin Gaye, Funkadelic, Otis Reading, ... siguiendo principalmente las sugerencias puestas por aquí en diversos sondeos o semanas temáticas. Estos dos son de los que más estoy disfrutando. Mira que no me gusta bailar y son penoso en ello pero es casi imposible que no se te mueva el esqueleto, utensilio de cocina en mano, con alguno de estos temas.
el murciélago
Mensajes : 45728 Fecha de inscripción : 28/02/2013 Edad : 47 Localización : El paraiso
He sustituido el Jazz de la hora de preparar la cena por otro tipo de música. Curtis, Marvin Gaye, Funkadelic, Otis Reading, ... siguiendo principalmente las sugerencias puestas por aquí en diversos sondeos o semanas temáticas. Estos dos son de los que más estoy disfrutando. Mira que no me gusta bailar y son penoso en ello pero es casi imposible que no se te mueva el esqueleto, utensilio de cocina en mano, con alguno de estos temas.
hace bien, dos discasos. Ahora mi pregunta es: que cenas para que te pongas dos discos?, yo siempre ceno un bocadillo o sandwich, con dos temas de los Ramones tendría suficiente
He sustituido el Jazz de la hora de preparar la cena por otro tipo de música. Curtis, Marvin Gaye, Funkadelic, Otis Reading, ... siguiendo principalmente las sugerencias puestas por aquí en diversos sondeos o semanas temáticas. Estos dos son de los que más estoy disfrutando. Mira que no me gusta bailar y son penoso en ello pero es casi imposible que no se te mueva el esqueleto, utensilio de cocina en mano, con alguno de estos temas.
hace bien, dos discasos. Ahora mi pregunta es: que cenas para que te pongas dos discos?, yo siempre ceno un bocadillo o sandwich, con dos temas de los Ramones tendría suficiente
Sandwich o bocadillo: cena de soltero.
Yo es que cocino para varios. Para mí normalmente algo ligero: ensalada, tortilla, etc. Pero los niños quieren su primero y su segundo . La hora en la cocina no me la quita nadie.
José Fernández
Mensajes : 11027 Fecha de inscripción : 01/03/2013
He sustituido el Jazz de la hora de preparar la cena por otro tipo de música. Curtis, Marvin Gaye, Funkadelic, Otis Reading, ... siguiendo principalmente las sugerencias puestas por aquí en diversos sondeos o semanas temáticas. Estos dos son de los que más estoy disfrutando. Mira que no me gusta bailar y son penoso en ello pero es casi imposible que no se te mueva el esqueleto, utensilio de cocina en mano, con alguno de estos temas.
Nos ha jodío
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el murciélago
Mensajes : 45728 Fecha de inscripción : 28/02/2013 Edad : 47 Localización : El paraiso
He sustituido el Jazz de la hora de preparar la cena por otro tipo de música. Curtis, Marvin Gaye, Funkadelic, Otis Reading, ... siguiendo principalmente las sugerencias puestas por aquí en diversos sondeos o semanas temáticas. Estos dos son de los que más estoy disfrutando. Mira que no me gusta bailar y son penoso en ello pero es casi imposible que no se te mueva el esqueleto, utensilio de cocina en mano, con alguno de estos temas.
hace bien, dos discasos. Ahora mi pregunta es: que cenas para que te pongas dos discos?, yo siempre ceno un bocadillo o sandwich, con dos temas de los Ramones tendría suficiente
Sandwich o bocadillo: cena de soltero.
Yo es que cocino para varios. Para mí normalmente algo ligero: ensalada, tortilla, etc. Pero los niños quieren su primero y su segundo . La hora en la cocina no me la quita nadie.