Kelly darcy escribió:

EL TRIUNFO DE LA MUERTE de BRUEGHEL el viejo y que puede saborearse en el museo del Prado es uno de los cuadros mas perturbadores y fascinantes que jamas haya visto.Recuerdo que cuando lo vi cara a cara estuve mas de media hora observando todos sus macabros detalles.

Yo también me he quedado un buen rato delante de este cuadro mirando todos y cada uno de sus (minúsculos) detalles. A mí me llaman enormemente la atención las pinturas de caninas y las pinturas enrevesadas tipo "El Jardín de las Delicias" (digna de un disco de Cathedral).



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De la tabla derecha salió la portada del tercer disco de Deep Purple, con la banda camuflada entre una especie de arpa y un instrumento que no sé qué es.

Me gustan muchos fotógrafos, pero la obra de Diane Arbus me resulta particularmente perturbadora. Se dedicó casi en exclusiva a realizar retratos, aunque su estilo de posado directo en blanco y negro no guardaba ningún parecido al que practicaba Cecil Beaton o el que más tarde popularizó Annie Leibovitz. Sólo hizo fotos a algunas celebridades como Norman Mailer o Borges. En realidad, sus modelos preferidos se asemejaban a personajes de "Freaks", película que ella adoraba. Monstruos que idolatraba porque, en el fondo, quizá al captarlos con su cámara, se proyectara un poco en ellos, como si ensayara una suerte de autorretrato que la ayudara a conocerse mejor y a enfrentarse al horror de la vida, aceptando los demonios que habitaban en su interior.

Hija de unos ricos comerciantes judíos de Manhattan se casó muy joven y comenzó junto a su marido a trabajar para revistas de moda. No tardó en dejar atrás su matrimonio y la seguridad de una vida apacible para lanzarse a las calles en busca de aquello que más le fascinaba: el lado oscuro del ser humano, el reverso vulnerable de cualquier persona, la mirada vacía de los perdedores, el carisma de los locos, el candor de aquellos que viven al día y no piensan nunca en mañana... Con ese fin solía relacionarse con marginados e inadaptados y profundizaba escarbando hasta llegar a las raíces de lo bello y lo siniestro. En alguna ocasión me he imaginado a Diane como si fuese la niña que recogía flores para Frankenstein, sin saber el destino que le esperaba.

Si no se hubiera suicidado en 1971, después de otra devastadora depresión, y si Travis Bickle hubiera existido realmente, es probable que éste hubiera acabado llevándola en su taxi, mientras pronunciaba aquel anhelo íntimo que sonaba a admonición bíblica:

“Por la noche salen todos los animales. Putas, pordioseros, sodomitas, travestidos, maricones, drogadictos, toxicómanos. Todo es asqueroso y venal. Algún día una lluvia de verdad limpiará toda esta basura de las calles”.

Diane Arbus no habría estado de acuerdo con la parte de la lluvia, pero igualmente se le habrían dilatado los ojos como el objetivo de una cámara, atenta a los rostros que le descubrirían ese otro mundo oculto que tanto amó.
















Nota: hace unos años Nicole Kidman encarnó a Diane Arbus en “Retrato de una obsesión”, pero la película es sólo una anécdota insignificante.